jueves, 9 de junio de 2011

La no-obra de Jérôme Leuba

Imagine que durante media hora intentara venderle las virtudes de una nueva bebida. Que le hablara de su frescura, de su sabor sorprendente, de su textura burbujeante y que, cuando ya se hubiera decidido a probarla, le diera una botella vacía. No es un error. Mi objetivo es simplemente romper sus expectativas como consumidor. Un propósito que, en versión artística, persigue el suizo Jérôme Leuba. Su Battlefields llega ahora al Casal Solleric.

Tenía un amigo en la universidad que juraba huir de cualquier libro cuya recensión incluyera la expresión "analiza cómo la  sociedad...", casi una muletilla en todo producto de la era postmoderna que vivimos. Y Leuba tampoco escapa de él. Hace años que bautiza sus proyectos bajo el lema Battlefields. "Vivimos en una sociedad en la que hay una permanente batalla por lo visual, una tensión por la mirada. Si no eres visible, no existes", corrobora. Una ¿realidad? que traduce en su trayectoria con el espacio artístico como escenario de la pugna entre la obra, el espectador y el propio espacio. Características que venían que ni pintadas a la Zona Zero del Casal Solleric comisariada por Pau Waelder y Gómez de la Cuesta.

Una cortina azul cierra la sala. Bajo ella, se intuyen luces y movimientos. Una sutil invitación para el espectador que acabará perdido en la búsqueda de lo inexistente. La tela no es más que un opaco traje nuevo del emperador que rodea el cubículo. El espectador encontrará un estrecho pasillo que acaba y empieza en el mismo punto. Si osa atravesar el telón, sólo la nada iluminada. Pero detrás de su no-obra sí hay un concepto: "Es la crítica estética y no política a las estructuras de poder. A una mirada cada vez más guiada y encuadrada", explica. Y su táctica es marcar un sendero y convertirnos en un caballo con anteojeras.

"Leuba juega a negarnos el papel del espectador. Un observador ante el que coloca una cortina para que reflexione sobre qué espera encontrar del otro lado", narra Waelder. Su única sorpresa es la ruptura de expectativas. La no-obra. La nada.

"Los impresionistas tienen la culpa", me dicen. Leuba es el colmo de una de las críticas triunfantes y best seller paradójico de Duchamp. En una complicidad como la de un escritor oculto tras pseudónimo, los críticos piden a los periodistas que no desvelen el truco por completo. Temen plantas rodadoras en la inauguración.

Hay que echar la vista atrás y tirar de dossier para conocer la trayectoria anterior del suizo y analizar si esto es timo o arte. Junto a la ruptura de expectativas, los miedos de la sociedad actual y el extraño consumo de la cultura se convierten en sus otros dos temas. Focus y Lovers son dos de sus experimentos con performers. En su crítica contra la sociedad actual, Leuba le da una vuelta de tuerca a una realidad surrealista. Como en la inauguración del Solleric, un repentino grupo de personas mira a la nada de una pared en blanco. Un tumulto al que se añaden espontáneos buscando algo que jamás encuentran. Si juega a Lovers pondrá a prueba los límites del espectador ante las caricias y besos apasionados -y fingidos- de una pareja.

Durante la Noche de los Museos de Berna de 2010, creó una cola ficticia frente a la entrada del Banco de Crédito Suizo. El principio y el final era la calle. En medio, de nuevo, la nada. "Era una performance que hablaba del consumo de la cultura. De cómo nos dejamos manipular y guiar, y en esto me incluyo", señala. Como en el traje nuevo del emperador hubo quien, incluso, vio algo. Y quien repitió la cola pensando que se había perdido algo en el camino.

En 2005, If you see something, say something, ponía de relieve ese miedo inculcado desde el poder a un terrorismo perpetuo encarnado en una maleta abandonada. Y eso mismo hizo Leuba dentro de una sala de exposiciones. Colocó puntos de láser -como si de la mirilla de un arma se tratara- sobre retratos aparentemente inocentes. Diseñó la réplica de un fusil que colocó junto a un hombre sin que nunca llegaran a tocarse. La prensa publicó entonces que el hombre había llegado a encañonarles.

Una vez más Leuba vuelve a marcar y a hacer dudar de esa frontera que separa el arte del todo vale. ¿Quién es más absurdo: la sociedad que crítica o la nada de sus obras?

Dossier de la exposición de Leuba en el Solleric