jueves, 25 de agosto de 2011

¿Los periodistas no generamos empleo?

De pequeña quería ser escritora. Fue justo después de tomar conciencia de que un veterinario con miedo a los gatos tenía poco futuro y de que lo de qué-quieres-ser-de-mayor también implicaba las habilidades de uno. Luego quise ser del mundo del cine. Ni actriz, ni cineasta. Más bien algo intermedio. Producción. Pero acabé por estudiar periodismo. Algo pragmático, pensé entonces. Un sueldo asegurado a fin de mes para después satisfacer los escarceos literariocinematográficos. Algo absurdo, reconozco ahora. Con la bohemia podría haber aspirado, por lo menos, a subvenciones.

Los actores, reunidos con el director en funciones de IB3, son los últimos en sumarse al extraño mundo del orgullo y la reivindicación cultural. Antes estaban los editores, los libreros, y los diseñadores y artistas-galeristas encabezando el ránking. Todos consideran denigrante que las instituciones no apoyen económicamente su sector. "Los diseñadores generamos negocio", "los actores creamos empleo". Y los periodistas, ¿qué hacemos?

"Periodistas, os damos de comer y luego nos la metéis doblada por la espalda", me espeta Rossy de Palma en medio de una bronca por una entrevista que, medio pollo después, reconoce no haber leído. "No dejes que te digan eso, que por ser periodista eres basura y pueden tratarte como quieran", me aconseja mi director en un ataque de orgullo dolorido por el gremio. Somos el último mono de la estirpe, una mota de excremento en la cadena alimenticia. Observadores y narradores de un mundo del que parecemos no formar parte. Nuestra profesión nada en un limbo que a nadie parece preocuparle. ¿Cuándo fue la última inspección de Trabajo en un periódico? ¿Cuándo se obligó a contratar a medio centenar de empleados con contrato de becario ad eternum? ¿Quién se preocupa por las plantillas encubiertas que van más allá de la construcción y los talleres textiles clandestinos? El mensajero, como ente indefinido, no tiene derecho a queja.

"Salimos de la escuela y no tenemos ayuda. Deberían existir subvenciones para crear talleres o nuestra primera colección", protestan diseñadores recién licenciados. Los galeristas, henchidos de orgullo, subrayan hasta la extenuación que su Nit de l'Art se celebra sin ayuda institucional. Eso justo después de reclamar los pagos no realizados. Como si todo tuviera que estar subvencionado. Como, por desgracia, se mantiene medio mundo de la cultura y otros tantos ramos. Empresas privadas que, de no público, sólo tienen el NIF. Que se venden al mejor postor, que empalman proyecto subvencionado con proyecto subvencionado. Donde el criterio de la calidad entre en conflicto con el amiguismo. Un festival, un concierto, un intercambio... Todo cultural. Porque la cultura genera negocio y empleo. Pero, así, lo que no genera es dinero.

Nunca pensé que al salir de la facultad alguien tuviera que fundar un periódico en el que darme empleo. Nunca se me ocurrió escribir artículos en mi casa y convertirme en una freelance a la que tuvieran que venir a llamar a su puerta. No pedimos subvenciones. No nos quejamos de que ni el Día del Periodista tengamos libre. Tampoco de convenios con horas estipuladas que son la mitad de las reales. Ni las empresas pantalla o los conglomerados con tantas pequeñas empresas dentro como tipos de contrato diferentes. Ni de que, en realidad, Rossy de Palma no nos dé de comer. Ni siquiera a sus paisanos. De que no haya palmaditas en la espalda, "de que cuentes la verdad y te digan que lo tuyo ha sido una pataleta". De ser transmisores de un montón de quejicas que cobran subvenciones incluso cuando son incompatibles. 

Defiendo una cultura con mesura. En crisis y sin ella. Un mundo, en general, independiente. Capaz de sostenerse mínimamente. Un paro agrícola que no sirva para esconder un pluriempleo sin contrato. Ciudadanos con conciencia dispuestos a no vivir de las arcas públicas. Las mismas que, tras un cambio de gobierno, no ofertaron sus plazas para responsables de prensa. Tal vez nos habría interesado prostituirnos durante cuatro años al poder político. Pero el primer anuncio fue el de las personas contratadas. El dedazo es a la contratación en España lo que el agosto a la falta de productividad. Hasta el 15M ha puesto el grito en el cielo contra los terribles y diabólicos periodistas. Sin el apoyo y seguimiento de muchos de ellos, como el de Asier Vera, su voz hace tiempo que se habría apagado. Ya lo decían en Facebook: el becario que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Por el momento, el periodista sólo genera indiferencia. 

jueves, 18 de agosto de 2011

Dime qué anuncias... Fioravanti, Coixet y Amenábar en la publicidad

Entre los cineastas publicistas los hay, como en todas partes, reincidentes. Alejandro Amenábar, Fernando Colomo o Benito Zambrano son casos a los que se suman, aunque con diferencias, Isabel Coixet e Igor Fioravanti. "La publicidad es una escuela de rodaje aparte de un medio de subsistencia", asegura la directora catalana. Su productora, Miss Wasabi, se ha convertido también en una de las fuertes dentro de la publicidad en España. Y es que, de aquellas cifras ochenteras, hemos pasado a sueldos para realizadores de entre 6.000 y 18.000 euros. Coixet ha puesto su sello en campañas de Ikea, Danone, BMW, Renault, Peugeot o Evax. Con la intriga de saber si fue ella la autora del "¿A qué huelen las nubes?" o de aquellos en los que Silke compartía protagonismo con Rossy de Palma, sí que podemos recordarla como autora del que incluyo a continuación. Con el tiempo, el estilo colorista, el rollo de la mujer moderna y activa y la sencillez en lugar de la saturación del escenario, parecen haberse convertido en pilares de la marca de compresas. Lo de Estrella Damm -con sus varios posts dedicados en exclusiva- es otro harina de otro costal.


Maria Ripoll. Mujer y catalana es también Maria Ripoll, cuya lista de spots recoge Inclusive. ¿Podríamos hablar de anuncios femeninos? Es más, de ¿anuncios pensados para la mujer? Fuenteliviana, Veet, Dodot, Fontaneda, Vitalínea y otras tantas marcas parecen haber convertido a la directora de Lluvia en los zapatos o Tu vida en 65 minutos en experta del cuidado personal y los productores familiares. Para muestra, dos botones.



Fernando Colomo. Larga es la lista, y complicado dar con un ejemplo, de los spots que Fernando Colomo ha realizado. Flex, Vía Digital o el Abbey National Bank fueron algunos de los clientes que confiaron en el cineasta. "Que te llamen para hacer publicidad es una alegría, no sólo por los honorarios que te pagan sino por la cantidad de medios que ponen a tu disposición", explicaba en un reportaje de ABC. Si el cine era aún artesanal, la publicidad ya era industria. Una diferencia que también se extendía al papel del propio director. El cineasta es un puro técnico, la que manda es la agencia. Por eso los productores de Colomo se desquiciaban cuando rodaba seis tomas para una misma escena. En su spot de Bonos ICO llegó a superarse con 54 intentos.



Benito Zambrano. Lotería Nacional, Marca o ING Direct son sólo algunas de las marcas para las que ha trabajado el director de Solas. Spots que, aunque recogidos en esta web de publicistas, no consigo visualizar de ninguna manera. En su caso su filmografía no parece servir para explicar sus trabajos publicitarios. Me quedo -porque me gusta aunque también no hay más remedio- con el que dedicó al centenario del Atlético de Madrid. Lo suyo no era cosa de producto, sino de sentimiento. Algo para lo que recurrió a la historia de dos milicianos divididos por los bandos de la Guerra Civil pero con el Aleti como nexo en común. La mano de David Trueba parece intuirse detrás de este anuncio que recuerda a aquella famosa escena del soldado que perdona la vida a un republicano de Soldados de Salamina convertida ya casi en una leyenda. Pionero o no, a Zambrano fue parte de una campaña del equipo de fútbol en la que la pasión intentaba justificar la pertenencia a un club de derrotas. Tal vez el Mallorca podría ir llamando a Villaronga o a Daniel Monzón.

 
  

Alejandro Amenábar. La historia de este cineasta con los anuncios es como un antes y un después del propio Amenábar. Por ahí circula un anuncio de Moviline -con celulares como ladrillos- que se le atribuye. Humor y chicos y chicas es lo poco que tiene este spot, que no está mal, pero que está a mil años luz del anuncio que en 2002 sería su reencuentro con Nicole Kidman para promocionar la moda de otoño de El Corte Inglés. En el spot la australiana era una musa en mitad de una mansión desierta que desfilaba los diseños de los grandes almacenes en una escenografía que recuperaba la estética de Los otros. Hasta entonces, Amenábar había sido un director lejos de las grandes producciones. Su Moviline estaba sin duda, en el presente noventero de Tesis.

Spot Moviline

Spot El Corte Inglés


Igor Fioravanti. El cineasta afincado en Ibiza hizo el paso contrario. "Llegué a la publicidad de rebote, mientras esperaba que el productor de mi primera película consiguiese el dinero para empezarla", contaba en una de las pocas entrevistas que circulan suyas que circulan por la red. En esa eterna espera -que pasó de los anuncios falsos como ensayo a una productora que acumulaba premios- su relación con el mundo publicitario se convirtió en contradictoria. "No creo que la publicidad contribuya a hacer este mundo algo mejor. Tiene algo de mentira. Quizás estoy trabajando en ello y se me da tan bien porque fui un gran mentiroso de pequeño. Entonces me castigaban. Ahora me pagan", añadía. En su caso la excepción fue el cine. En 2001 presentó su gran ópera prima, El sueño de Ibiza, para después regresar a los spots.

Mastercard, Movistar o el SIMA fueron protagonistas de sus anuncios. Pequeñas historias de un realizador de ida y vuelta que complican poder compararlas con esa primera y última película. Podría hablarse, tal vez, de los personajes como protagonistas absolutos. De las emociones y sensaciones, como Médem, por encima del argumento. Seguiremos esperando que crezca su filmografía. 

Spot SIMA

Spot Movistar

Spot Mastercard


Fuentes

Spots a la española, by robgordon.

Cineastas que anuncian, by Manuel de Luque.

Cuéntelo en 20 segundos, by Gabriela Cañas

Luces, sonido... y publicidad, by Carlos Reviriego

Anuncios de película, by laverdad.es

Dime qué anuncias... El cine español en la publicidad

El atrevimiento de Bigas Luna no es el primero ni el último. "Woody Allen ridiculizó la publicidad diciendo 'si Dios existe, ¿sabrá que hay ocho tipos de aspirina?, pero él también terminó por ceder a la tentación", recuerda Carlos Reviriego en EL PAÍS. El acercamiento ha ido en paralelo. Por un lado, la publicidad hace tiempo que ha renunciado a limitarse a la simple promoción de un producto para optar por ser otra forma de arte. Un conjunto de estética, mensaje y originalidad que puede -si se quiere- tener bastante en común con el cine. Desde el ¿Te gusta conducir? llamar a la emoción ha tenido buenos resultos. Por otro, la crisis económica del cine -subvenciones y espectadores todos juntos- ha hecho que los cineastas apuesten por eso de la diversificación de su visión detrás de la cámara.



Bigas Luna. Para el propio cineasta catalán KH7 no ha sido un debut, sino una repetición. En 1992 se atrevió con el spot navideño de Freixenet protagonizado por Antonio Banderas y Sharon Stone. Dorados y burbujas símbolo de la casa y un anuncio en el que resulta difícil encontrar rasgos característicos de Bigas Luna y en el que apostó por combinar el lujo con el humor. Magreo final, eso sí, había. "Lo económico pesa, pero no es lo primero, la publicidad también te permite probar cosas nuevas y yo sólo lo he aceptado cuando hay un concepto detrás y actores", decía por entonces Luna. En realidad, también había aceptado a Cruzcampo, Caja de Barcelona o Hellmann's. "[Capote] dijo que los escritores del siglo XXI serían aquellos que hubieran practicado el relato corto. Lo mismo se puede aplicar al audiovisual", añadió luego.


Víctor Erice. Igual de navideño había estado, once años antes, Víctor Erice. Su spot para Nescafé tuvo el honor de convertirse en el primer anuncio de 1980. El mensaje de paz, simbolizado en un abeto, desfila por países españoles con olor a invierno, a nostalgia y a algo de tradicional. Por lo visto y leído en Cuéntelo en 20 segundos, el director vasco se convirtió en aquella década en uno de los más cotizados para la publicidad. Anunció también el Banco Hispano Americano y los jabones de Heno de Pravia. Sus anuncios tenían dos pilares: la sensación de nostalgia -su eslogan para Fontecelta fue "agua con morriña" sobre el regreso de un emigrante gallego- y los niños. Para entonces ya había dirigido El espíritu de la colmena y se le daba maña el trato con los más pequeños. Faltaban aún un par de años para ver El sur en la gran pantalla.


Pedro Almodóvar. Estética y ADN puso Pedro Almodóvar en su anuncio para Pastas Ardilla de 1996. La cocina se convertía en el escenario de un duelo, casi western, entre Rossy de Palma y Chus Lampreave. Spaguettis a la chistorra o a la carbonara para un gran spot que sabía crear gancho para el espectador y reconocer al director que se ocultaba, aura ochentera mediante, tras la cámara. Desde entonces, y para muchos cineastas españoles, el guiño a algunas de sus propias películas -en este caso a La flor de mi secreto- se convirtió en un tirón más para las marcas publicitadas. Un intercambio en el que ambas partes salían beneficiadas. Español era, también, el spot que Gonzalo Suárez creó para Trinaranjus después del éxito de La Reina Zanahoria "Es terrible que un niño sepa como funciona un tribunal americano y desconozca como lo hace el de su propio país. Como pasa en el supermercado, que se pueda elegir entre la Coca-Cola y el Trinaranjus, que por cierto es un refresco español", apuntaba en una entrevista. Su carrera publicista, de la que es imposible recuperar vídeos, se basó en el gag. Dicen que en cinco años llegó a rodar más de 300 anuncios. Ahí es nada. "Era una época en la que el cine que yo quería hacer no conectaba con la industria, así que dirigí anuncios para poder vivir pero también para financiar mi cine".

Suárez reconocía que, para él, contar una historia en 20 segundos era "frustrante" pero que gracias a los beneficios de la publicidad había conseguido rodar Epílogo. Según el artículo de Gabriel Cañas, un anuncio podía contar con un presupuesto de entre 3 y 5 millones de pesetas en los 80, de los cuales el realizar se quedaba con entre medio y un millón. Cifras que hicieron que Álvaro Sáenz de Heredia o Miguel Hermoso pudieran crear su propia productora. Después de unos cuantos, Suárez abandonó la búsqueda del ego: "te das cuenta de que lo mejor es no tener ideas y atenerte a lo que te piden. Más que nada porque puede ser muy frustrante".


                               


Nacho Vigalondo. Mientras busco y rebusco ese supuesto anuncio de José Luis Garci para McDonalds -la curiosidad es más que mucha-, cierro este primer post cuatro hombres -además de los Radiadores Garza que promocionó Berlanga o del spot para las Fuerzas Armadas de Daniel Calparoso- de anuncio único. El primero, Nacho Vigalondo. Lo suyo fue, además, un paso más allá: se convirtió en el protagonista de su propio spot para publicitar la llegada de ELPAÍS al ipad. Después de un making of periodístico en la web del periódico, la relación entre ambos, acabó como Cristo de la aurora. Vigalondo, cuyo humor negro ya viene desde el cortometraje 7:35, fue el primero en comprobar que Twitter -en el empeño de los periodistas por convertirlo en fuente de noticia- podía jugar malas pasadas. "Ahora que tengo más de 50.000 followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El Holocausto fue un montaje!", twitteó. A ELPAÍS la broma -que siguió con otras como "¿Cómo se llamaba la peli de Spielberg?... A todo gas"- no le hizo ni puñetera gracia. El director de Los cronocrímenes se defendió asegurando que era una "víctima" de la "volátil confluencia de redes sociales y periodismo". Los del periódico se rieron más con esto último. Y no sólo suspendieron la campaña sino que cerraron el blog cinematográfico que tenía alojado el cineasta. 



Javier Fesser. Hace un tiempo -las cuentas no acaban de salir- al director de El milagro de P. Tinto o Mortadelo y Filemón -Camino se queda fuera por razones obvias- le tocó reinventar la publicidad de La Casera. Al lema de "pedazo invento La Casera", le seguía una estética de 13 Rue del Percebe como la que el propio director leía en los cómics de su infancia. Éste fue el primero de una saga que ahora, con Fesser o sin él, continúa y añade a Karlos Arguiñano al elenco personajil. Arte y cine puros y duros que estaban más cerca del cortometraje, con un universo propio muy claro, que de la simple publicidad. El propio Francisco Ibáñez se sumaba a un proyecto, una película de 90 segundos, que atrajo tanto a los publicistas como a los paganos en la materia. Con making of incluido, consiguió -como ocurre con Coca Cola- que cada nuevo anuncio de la gaseosa despierte a los bellos durmientes del sofá.




Álex de la Iglesia. Uno de los últimos en sumarse a esta moda ha sido el ex director de la Academia de Cine. Cortometraje es, también, su spot del Jamón Indestructible para Navidul. Si Almodóvar jugaba con el western, De la Iglesia lo hace con el thriller con dosis de costumbrismo y humor que ya demostró en La comunidad, Crimen ferpecto o Balada triste de trompeta. Una historia en sí misma que puede entenderse sin más contexto que el propio. Eso sí, resulta interesante darse una vueltecita por este curioso artículo de wikipedia que le hace el balance de cuentas a la filmografía del cineasta.

 

Julio Médem. Mejor sabor de boca deja el impresionante anuncio que Julio Médem creó para Balay. El tirón de Lucía y el sexo sirvió para crear un estilo englobado bajo el mensaje Por un mundo mejor que la marca de electrodomésticos continuaría más allá del cineasta vasco. Su huella en éste primero es muy clara. Tomó el blanco y los azules de la Formentera que había grabado con Paz Vega como protagonista. Quitó las palabras y llamó a la emoción, a las sensaciones. La tranquilidad que despertaba el spot contrastaba con el producto anunciado, pero era de esos cortos que se recuerdan. Para terminar de redondearlo, Alberto Iglesias se hacía responsable de la banda sonora.

Bigas Luna, el emergente cineasta porno

A Bigas Luna hay muchas cosas que uno no puede perdonarle. La primera, hacer de su filmografía una perfecta campaña contra el cine español y a favor de un eterno género celtibérico que despliega cinta tras cinta sin miramientos ni dudas. La segunda, una adaptación cinematográfica de Son de mar por la que Manuel Vicent aún debe de estar llorando en la costa valenciana. Y la tercera, una campaña de anuncios de KH7 que ha venido a confirmar lo que ya sabíamos. Que Bigas Luna es un cineasta al que le falta valor para saltar al porno.

Sí, amigos. El rumor y la letra pequeña del anuncio eran ciertos. Bigas Luna está detrás de los anuncios del desengrasante. "¿Puede una campaña publicitaria arruinar una carrera?", se pregunta Manuel Piñón en Cinemanía. No. De hecho, la que peor parada surge de esta unión es la propia marca. Acostumbrados al erotismo del barcelonés, tan sutil como la verga de Rocco Siffredi, sólo podíamos esperar un 'más de lo mismo' en su salto a la publicidad. Y a la vista está.

Recurramos al DRAE. Erótico: perteneciente o relativo al amor sensual. Que excita el apetito sexual. Pornográfico: perteneciente o relativo a la pornografía. Se dice del autor de obras obscenas. La lista de ejemplos podría ir de Caniche a Huevos de oro pasando por Bámbola. Teta, culo -algún que otro pene- y sexo salvaje son los pilares de la carrera de este cineasta que antes fue interiorista -no busquen analogías- y diseñador industrial. En sus manos, la magia de Son de mar quedó reducida a un cuento de pechos y orgasmos en urbanizaciones de lujo. Y sus films sirven de claro ejemplo para aquellos que hablan de las "españoladas" y el "sexo gratuito". Como dicen de ciertas páginas calenturientas de la prensa local mallorquina, a éste le faltan narices para convertirse en la página 3 de The Sun.

Al llamado descubridor de Ariadna Gil -pues ya ves tú que favor-, Javier Bardem, Penélope Cruz o Jordi Mollà podríamos concederle el beneficio de la duda si sus dos últimos títulos no hablaran por si solos: Yo soy La Juani y Didi Hollywood. Las nuevas hornadas, Elsa Pataky no pasará de novata a este ritmo, parecen estar menos dispuestas a mostrar las carnes en público. Así que Bigas Luna ha sustituido su porno velado por un acercamiento al público choni. "Algunos [las] entendimos como un esfuerzo frustrado por hacer cine conectado con los intereses más populares, [...] para el público de Sálvame", lo describe Piñón. Mientras amenaza con un nuevo film en el que repite Pataky y el rodaje en 3D de Segundo origen, el cineasta parece haberse dado a la agricultura ecológica, aunque sólo sea porque le recuerda a eso de llevar al huerto.

Y, de repente, nos sorprende con su nombre firmando un anuncio publicitario tan zafio como su estilo habitual. Tres escenas caseras en las que un aquí te pillo aquí te mato se interrumpe por la suciedad del entorno, véase cocina, zapatillas o platos. Tal vez, y sólo tal vez, si la campaña se hubiera quedado en el anuncio genérico, podríamos haberlo entendido como un intento de reírse de sí mismo y de los tópicos propios y generales. Pero después llegó el absurdo del lavavajillas y ya, para rematar, el de la vitrocerámica donde a parte de hacerme dudar sobre el horario infantil, la espumita del desengrasante parece tener claras connotaciones. "Decidimos que era una buena idea que la pareja se diera el beso y saliera un chorrito de KH7", añade el artista.

En su entrevista de presentación, Bigas Luna habla de una campaña "innovadora", de su "ironía" y del hecho de que sea el hombre el que aparece limpiando. Aquí Piñón se indigna del todo: "Si es una buena o mala idea, es subjetivo, pero lo que está claro es que no es demasiado sutil, ¿no? Tampoco el que una pareja deje de montárselo en la encimera porque está sucia resulte un giro excesivamente elaborado. ¿Cargar un lavavajillas a medias como parte de los preliminares de una noche de pasión? ¿De verdad esto es todo lo que daba de sí?"

La pena es que que, al final, el anuncio funciona. Tal vez uno no comprará más KH7 pero el spot andará por ahí, de boca en boca. De paso, quizá, haya alguno que haya descubierto al cineasta. Lo de descubrir su filmografía después puede ser algo peor.

Entrevista promocional



 

Los tres anuncios. Disfrútese con prudencia

sábado, 13 de agosto de 2011

La derecha no es de cultura


El día que Russian Red confesó que era de derechas -algo que según Quico Alsedo (ese hombre que resulta encantador hasta que te toca el grupo que te gusta) no hacía falta que dijera porque, Alsedo dixit, "mientras la gente sale a la calle hasta los huevos de todo, ella se sube al sofá y se pone a tomar té"- la derecha perdió su gran oportunidad. Debería haberse levantado al grito de "¡Lourdes, nosotros también somos de ti!". De la música -indie o pijoindie-, de la cultura. Pero no. El PP arrasaba en las urnas y en las Islas entraba por la puerta grande en el Govern, el Consell mallorquín y el Ayuntamiento de Palma. Sus majorettes, rodeadas de votos voladores, encabezaban un desfile en el que, incluso, tenían más candidatos elegidos que preparados. Un contingente en el que, ¡ostias!, no había nadie que supiera de cultura.

No pasa nada. No importa. Hagamos de nuestra capa un sayo y tiremos del pensamiento catetil de que la cultura es para los ricos. Y que no está nuestro horno para esos bollos. Olvidemos que también es negocio, creación de empleo, formación, inquietud intelectual, y recordemos a aquellos titiriteros del cine español chupasubvenciones, con Pilar Bardem a la cabeza. Pero un puesto ganado era demasiado goloso como para renunciar a él, así que el reparto de las carteras culturales empezó como cuando en una obra de teatro escolar se rifa el papel de árbol. Todos tenían los dedos cruzados. Para que no les tocara.

El primer nombre desvelado fue el de Fernando Gilet, concejal de Cultura y Deportes y al que Cort no se atrevió a añadir un "y ocios varios". Ex empleado de Barclays y ex director general de Megaesport. En lo político, se confiesa seguidor de Winston Churchill y Aznar. En lo musical, de Chico Buarque y Vinicius de Moraes. Un Felipe de Borbón a la mallorquina que se siente como un elefante en una charrarería y cuyos comentarios con los expertos del sector cultural -del estilo de distinguir dos libros por el diseño de su portada- dejaban claro una de las máximas de los nuevos nombramientos: la ignorancia puede, si quiere, ser atrevida. El otro, el mismo que el PP ha demostrado con el carril bici y el catalán: a falta de un proyecto, demos un golpe en la mesa para que se note que estamos aquí. Si dijimos, hasta la extenuación, "sacaremos la cultura a la calle", creemos un Thursday Night que fracase estrepitosamente semana tras semana. Pero lo dijimos y lo hemos hecho.

Rafael Bosch -demasiados tocayos para encontrarle en Facebook pero que fue profesor del propio Bauzà- fue el siguiente. Conseller de Educación y Universidades -será que no es lo mismo- a quien alguien en el último momento añadió "y Cultura". En su pandilla dirían que lo suyo es potra. Que con Bartomeu Llinàs como predecesor no vale. Que así cualquiera. Y que ni siquiera importa si su conselleria pierde los informes de las Converses de Formentor o si un día dice que se va del Ramon Llull y al día siguiente replica "¿quién ha dicho eso?". Con el panorama que tiene por delante y el dilema de pagar o no pagar las nóminas veraniegas de los profesores, ¿quién puede pensar en cultura? Por el momento, la conselleria de Turismo -otrora, alcaldía de Calvià- está cumpliendo el papel de ser el frente de todas las críticas con su nuevo, dudoso y lento sistema de subvenciones.

Después llegó el Consell. Y a alguien se le fue la mano y contentó al sector cultural con el clásico una de cal y otra de arena. El PP se encontró, de repente, con una señora doctorada en Historia y que escribía libros. ¡Y de griegos! ¡Y le gustaba el patrimonio! Un éxtasis que convirtió a la gran Gari Duran en directora insular de Cultura y Patrimonio. Habrá que esperar a ver sus decisiones y proyectos para valorarla, pero su sentido común en su concepción del futuro de la Serra de Tramuntana ya dice mucho a su favor. Por encima de ella, el vicepresidente de Cultura -aún le doy vueltas a qué mola más si una vicepresidencia o una conselleria-, Joan Rotger. Un personaje que desconcierta. Si bien se ha mostrado solícito y ha respondido a todas las preguntas sobre el escandaloso embargo del Teatre Principal, nadie entiende que aún no haya hecho oficial la denuncia de las deficiencias en la reforma. Lo mismo que tampoco se comprende que nadie de su partido conociera la situación antes. Cosme Bonet se pilló un cabreo tal que amenazó hasta con denunciarle por calumnias. A lo Sálvame.

Y aquí llegamos al plato fuerte. Quienes se rieron de los fans de Guillem Roman, están ahora temblando con el relevo 'generacional': Margalida Moner. Una señora -que no una mujer, que podría ser exactamente mi madre- a la que le hacía "ilusión" el cargo por aquello de dar un impulso a sus años de teatro amateur, de creación de corales y del ciclo de cine a la fresca en el Andratx del que fue alcaldesa. Si los primeros contactos y conversaciones con ella hacían sospechar, las entrevistas publicadas hoy ya llaman a la preocupación. "Margalida Moner aún no había visto la platea del Teatre Principal del que se hizo cargo a primeros de agosto. 'Tengo mucho papeleo', dice", escribe Héctor Rubio en Diario de Mallorca.

Lo peor de esta Ebehard Grosske de las artes escénicas, no es el agujero negro de deuda con el que va a tener que enfrentarse, sino las máximas que, desde su nombramiento, se ha empeñado en repetir. Dos principales: "abrir" el teatro y llevar a su escenario "todo aquello digno de ser visto por el público". Después de convenios con espacios de Cataluña, grandes producciones propias o montajes del TNC -con una casi total imposición del catalán, eso sí-, Moner considera que su compañía amateur Agara es tan digna como otra cualquiera. "¿No pueden tener una oportunidad? ¿Por qué no se puede dar el gusto a esta gente, que también tiene su público?", le reprocha en una entrevista de la grandísima Maria Llull. Con una Isla en la que casi cada pueblo tiene su feria de teatro aficionado, y Palma tiene un par de teatros públicos -sino todos- bostezando de aburrimiento, a la andritxola se le ha metido entre ceja y ceja y no hay quien la saque.

"No te preocupes. En cuanto programe un par de montajes amateur y le salga mal, recapacitará. Tendrá que darse cuenta",-y esto no es un off the record violado- intentan consolarme. Pero no me convence. De nuevo, lo peor de la ignorancia es su atrevimiento. De cualquier otra ex consellera de Agricultura cabría esperar que no hiciera declaraciones de este tipo sin pensar antes. Que se dejara aconsejar por un equipo directivo y artístico al que aún ni conoce. Con tanto cargo elegido por su calidad como "gestor", la cultura se nos va a convertir en un banco. Si Russian Red leyera esto, igual prefería unirse al 15-M.



viernes, 5 de agosto de 2011

La verbena celta de Hevia

"¿Sabes cómo van las entradas?", me preguntaba hace poco más de una semana José Ángel Hevia después de una entrevista. Su duda escondía no sólo sus conocimientos sobre la crisis de espectadores de conciertos sino también su temor a que la promotora francesa La Vie Scene se diera el batacazo del siglo con su Noche Celta. Y así fue. De las cerca de 8.000 personas que caben en el Coliseo Balear, el pasado miércoles había apenas 600.

El fracaso de esa "apuesta arriesgada" como reconocía el asturiano era más que evidente. Unir sobre un escenario al gaitero -que tuvo su boom hace más de una década- y a Celtic Legends era un show que debería haberse quedado en un Auditòrium o en el Teatre Principal donde, además, el número de espectadores es más reducido. El segundo fallo de la promotora fue el precio de las entradas. Nadie pagaría por este espectáculo entre 40 y 60 euros. Puede que sea porque en España nos hemos acostumbrado al todo gratis, porque la gente ya no paga por la cultura o lo que sea. Como empresarios deberían haberlo visto. El error añadido a ese fue decretar un 2x1 el día del concierto y publicitarlo sólo en la misma plaza. Algo que cabreó, y mucho, a quienes habían adquirido la entrada anticipada. Y el tercer fallo fue una promotora que ni siquiera hablaba inglés y que, salvo petición, no contactó con la prensa en ningún momento y limitó su publicidad a una ristra de pósters.

Cuando entramos a la plaza, éramos apenas 20 personas en la arena. "Me siento como en el Gran Prix, ¿seguro que aquí no salen vaquillas?", bromeaba un compañero. Un panorama a pleno sol y con una tarde de bochorno con el que tuvo que lidiar Hevia. La noche anterior yo había tenido un sueño premonitorio: que el Coliseo Balear no llegaba al centenar de espectadores y que el gaitero se dedicaba a dar un concierto didáctico en el que llegaba a explicar, incluso, cómo se tocaba una gaita. Y algo de eso también hubo.

Es cierto. Hevia -cuya banda ha menguado bastante desde que se presentara en Palma a finales de los 90- no hizo concesiones. No parecía dispuesto a concebir un tracklist de grandes éxitos que se consumiera tan pronto como llegaba a la cima. Lo suyo fue un recorrido pausado, como los de su homenajeado ciclista Tirador. Una lenta carrera, aunque segura, que enfrió aún más el ambiente inicial de la actuación.

Xeremiers, nostálgicos y frikifans 'llenábamos' la plaza. Fue a finales de 1998 cuando Tierra de Nadie revolucionó el panorama musical español. La música celta, lejos de otras versiones como The Corrs, se colaba en las radiofórmulas y acaparaba las actuaciones en televisión. Lo que ahora son cantantes folk con guitarra, antes eran músicos con una gaita a cuestas.

Aún recuerdo la primera vez que vi a Hevia en la pequeña pantalla. Ponía banda sonora a la llegada de un tren solidario que había recorrido el país. Lo que sonaba era Busindre reel y a mí me iba a convertir en una fan capaz de empapelar su habitación con fotos de un gaitero. La ola celta sumaría a Carlos Núñez otras gaitas como las de Cristina Pato o Spiritu 986.

Empezar un concierto con gafas de sol sonaba a festival veraniego o a verbena popular. Pero con más de tres horas de espectáculo por delante, y las restricciones pertinentes, a la Noche Celta no le quedó más remedio que empezar bajo un Lorenzo en retirada. Pasaban las ocho y media de la noche cuando la banda del asturiano apareció en el escenario. Hevia ya no es aquel de pantalones de cuero y mirada perdida que no acababa de entender que su disco debut fuera capaz de vender 2 millones de ejemplares en todo el mundo. Ahora luce pantalón de traje y la cabeza alta del músico y empresario que consiguió, pese a las reticencias de los más puristas, vivir de la gaita electrónica.

"Buenas tardes y bones tardes. Estamos felices de estar aquí, en esta tierra de gaitas y xeremiers que esta noche se acoge a la música celta", saludó José Ángel. Su primera actuación en Mallorca fue en aquel Western Park que aún no era un parque acuático y al que Hevia, apadrinado por los 40 Principales, llegó acompañado de una decena de gaiteros capaces de poner la piel de gallina. Después, vendría la revetla de Sant Sebastià -con Ximbomba Atòmica como teloneros- en la que la Plaza Mayor de Palma se llenó de banderas asturianas y brazos alzados bailando la muñeira. Entonces su banda aún tenía violín y didgeridoo y Tao Gutiérrez compartía con María José Hevia la percusión.

Pronto sonó Albo, como la apertura a una fiesta asturiana. Después, el disco Etnico ma non troppo se convirtió en eje central del concierto. Aquel tercer álbum en el que, después de un acercamiento a los ritmos árabes y a los gaiteros de Jordania -que haberlos haylos-, regresaba a su tierra natal. Hevia recuperó el miércoles aquello que la crítica llamó la mitología heviana. Un repaso, casi tributo, a su Asturias: la Carretera de Avilés, el Fandangu des llobos con el que los gaiteros intentaban esquivar a los cánidos cuando cruzaban la montaña para las romerías, el viejo autobús de La Carriola o al baile de El Pericote. Un homenaje que también incluyó a sus maestros Ramón Prada e Ignacio Noriega y en el que dedicaría a los Xeremiers de Pollença el tema Luz de domingo, de la banda sonora de la película homónima de José Luis Garci.
 
Del fandango a la suite pasando por el xiringüelo. Como en diálogo con aquellos puristas que criticaron su gaita electrónica –la misma que ahora remodela, comercia y hace sonar incluso como un acordeón para Vueltes– Hevia recuerda que el origen de muchas de sus canciones son actualizaciones de temas y escenas populares de la tradición asturiana. La banda del asturiano fue creciéndose sobre el escenario en busca de los temas más conocidos. Si la muñeira de Barganaz consiguió levantar las primeras manos, la noche llegó al éxtasis con Busindre reel, la canción que haría famoso al gaitero a finales de 1998. Un corro de bailarines hipnotizados había invadido la arena. Luego enlazó con Tanzila y Los mártires de Rales, singles de sus siguientes discos. Y el concierto se fue apagando calle arriba y coche adentro mientras yo volvía a maldecir el dejar un concierto a medias por la profesión.

lunes, 1 de agosto de 2011

Camp Redó, del Generalísimo al barrio de La Mocha

Hablar de Camp Redó es hablar de La Mocha. Pocos saben que compartía barrio con el cantante Jorge Sepúlveda que escapaba de los flashes en una casita de lo que ahora llaman Corea. De alquileres a 80 pesetas y de un tranvía que cruzaba General Riera hasta Establiments. También de la iglesia de San Francisco de Paula construida por los propios vecinos, y de un mercado de los años 60 que, nadie sabe por qué, se proyectó con tantas plantas como El Corte Inglés.

Entreguerras. Alemania ve nacer los siedlung, la primera versión tangible de aquello que llamaban casa digna. La Repúbllica de Weimar establecía los parámetros de la vivienda mínima, pero sus autores recibieron las críticas de la derecha política. El asoleamiento, los jardines, las infraestructuras de gas, la electricidad y los baños parecían demasiado "opulentos" para un proyecto que tenía como objetivo a la clase obrera. Por contra, la administración berlinesa defendía elevar el nivel de vida de sus ciudadanos. A sus principios se sumaba luego el término 'funcionalismo' y a finales de los años 20, la consideración de la arquitectura como 'un arte social'. La corriente se extendió por el Viejo Continente y alcanzó España. Para cuando llegó a Mallorca, habían pasado ya tres décadas.



Archivo Familia Jurado Medina
Podría sonar música de NO-DO. Era 1954 y Palma inauguraba con las Viviendas del Generalísimo su primer programa de pisos sociales. El régimen franquista y el Plan Alomar se adjudicaban, como idea original, aquella definición del módulo mínimo habitable. Los primeros brotes del boom turístico habían supuesto la llegada de inmigrantes peninsulares que buscaban una vida mejor. Las 568 casas -diseñadas por el arquitecto Antonio Roca Cabanelles en un solar de 22.000 metros cuadradados- se caracterizaban por su facilidad de construcción, su coste y la buena comunicación con el centro. Lo que hoy es General Riera fue, en un tiempo, el camino que el tranvía seguía hasta Establiments.



María Isabel Maldonado llegó en los años 60. Nació en Málaga y vino a la Isla para trabajar como cocinera de un bar. Los contactos -"antes no había tanto papeleo", dice- le permitieron acceder a una casa en el barrio. "Pagaba 80 pesetas de alquiler", apunta. El Camp Redó que ella recuerda tenía las puertas de las casas abiertas y limitaba con el campo. "La gente llegaba buscando tranquilidad, aunque éramos más forasteros que mallorquines", explica. Para otros, Corea fue el primer ejemplo de especulación inmobiliaria. Ahora, su piso en el 25b de la calle Infante Pagano tiene ventanas tapiadas. El plan de remodelación del Ayuntamiento lo incluye dentro de su futura zona verde.

Fue más o menos entonces cuando llegaron dos de los ejes sociales del barrio: la iglesia y el mercado. La primera, San Francisco de Paula, suponemos que en honor a aquella Francisca de Mádico que había cedido los terrenos. El 12 de abril de 1959 se colocó la primera piedra, el resto las pusieron los propios vecinos. El colegio, Felip Bauzà, había llegado casi con el mismo barrio. A mediados de los 50, Sor Matilde Chantal consiguió construir una escuela para aquella olaeada de nuevos niños.

Una década después llegó el mercado. Proyectado, nadie sabe por qué, con cinco plantas que nunca llegaron a ocuparse por completo. La asociación de vecinos pasó casi veinte años pidiendo que los pisos desocupados se destinaran a usos culturales. Hasta este 2011 no les hicieron caso.

En esos años 70, Camp Redó recibió al que sería su vecino más ilustre: el cantante Jorge Sepúlveda. La memoria histórica y la normalización lingüística le recuerdan ahora con su nombre bautizando una de las calles. El que había sido rey de los boleros, llegaba a Mallorca para refugiarse del fracaso. La falta de contratos le llevó a abandonar el mundo de la canción y se trasladó a la Isla donde podía pasar desapercibido porque era uno de los pocos lugares en los que nunca había actuado. Leía y tomaba el aperitivo con sus amigos. Dicen que ya entonces tenía los pulmones cansados, pero murió en 1983. No quiso ceremonias ni funerales, lo dejó dicho. Y aunque en su Mediterráneo adoptivo no compuso su célebre Mirando al mar, sí fue enterrado, como dice su bolero compuesto por el mallorquín Bonet de San Pedro, Bajo el cielo de Palma. Quien nunca tuvo anonimato, aunque no pisó escenarios, fue La Mocha. Vendía "canastas" de mimbre, pero se hizo famosa por meter un burro en su casa.

Archivo Familia Jurado-Medina
Ya entonces Camp Redó era el barrio de los dos cuarteles -hoy abandonados y en ruina-, el de la lavandería Regia, el de las cocheras de los autobuses. Una sucesión de solares y pocas casas. De aquella importante zona de regadío que recuerda Gaspar Valero quedaba una acequia reducida a un montón de escombros.

El mote de Corea no es bien recibido en el barrio. Recuerda a cuando las cosas se torcieron "y se pusieron feas". A seguimientos en los que los policías pedían la llave de los terrados cercanos, a redadas, a droga. Cuesta convencer de que, en realidad, viene por su origen. Málaga y Gandía también tienen sus barrios de Corea. Según unos, a aquel 1953 en que estalló la Guerra de Corea; según otros, porque seguía el prototipo de edificaciones que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Durante su medio siglo de historia, este rincón de Camp Redó se ha acostumbrado a vivir a la sombra de Palma. Ahora, sus edificios empiezan a convertirse en esqueletos fantasmales a la espera de esa rehabilitación tan manida como esperada. 


Fuentes

http://consorciriba.es

ROCA, Joana. Corea, referencias al movimiento moderno
http://imaginapalma.com/lang/ca/22/11/2010/article-corea-referencias-al-movimiento-moderno-joana-roca-arquitecta-i-coordinadora-general-de-larea-delegada-dhabitatge-de-lajuntament-de-palmaarticulo-corea-referencias-al-movimiento-m/





Article. “Corea, referencias al movimiento moderno”. Joana Roca