viernes, 10 de febrero de 2012

S'any de sa neu: aquella nevada del 56

Los ojos se aceleran aún bajo los párpados y la fase REM se diluye en un segundo. Los oídos se destaponan en mitad del sueño. "¡Está nevando!", escuchan. Y nieva. Pero no como la fina lluvia de copos blancos de otras veces. Al pequeño busto de piedra en el balcón del vecino se le ha dibujado una elegante boina blanca que parece espuma. Los coches se tapan y en los tejados desaparecen las tejas. Y sigue nevando. Se esconde la hierba y la Tramuntana se convierte en una subsede alpina. Se cortan carreteras y se congelan los aviones. No se ha visto nada igual desde 1956. Las portadas de los periódicos recuerdan la efemérides. Y en una casualidad casi perfecta, alguien recuerda que han pasado justo 56 años desde aquél que pasó a la historia como S'Any de sa neu.

Hace más de medio siglo. Un frente de aire siberiano alcanzó España en la mayor ola de frío que el país había sufrido desde finales del siglo XIX, justo cuando comenzaron las modernas predicciones meteorológicas. Fue la tormenta perfecta. Un gran anticiclón se extendió sobre las islas británicas y Escandinavia hasta Siberia. El frente cerró el paso al aire suavizador del Atlántico. Un tapón del que Agustí Jansà -director del Centro Territorial de la Agencia Estatal de Meteorología en Baleares- resume sus consecuencias: el aire eurosiberiano quedó aislado y acabó impulsado hacia la Península ibérica y el Mediterráneo occidental.

Pero la #siberia56 no fue una, sino varias. "Sería mejor hablar de dos o tres que se acumularon durante más de 20 días", aclara el catedrático de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Barcelona, Javier Martín Vide. La primera (del 2 al 4 de febrero) fue la más fría junto con la segunda (del 10 al 12) fueron las más frías. La mínima absoluta fueron los -32 grados del Estany Gento, un observatorio de alta montaña en Pallars (Lleida). Su récord sigue imbatible.

La prensa se revolucionó. "Un año sin naranjas aboca al país a la falta de divisas", abrían los noticiarios radiofónicos. Los diarios derrocharon creatividad en sus descripciones. "Nuestras calles y nuestros campos son como una cebolla, que va engordando superponiendo capa sobre capa", publicaba Diario Montañés sobre Torrelavega. "En La Rioja Baja, el río Linares se heló varios días y los chicos iban a patinar". "Ayer amaneció otra vez la ciudad soplándose la punta de los dedos", decía La Vanguardia sobre Barcelona.

En Baleares el termómetro bajó por primera vez de 0 grados el 3 de febrero. La mínima histórica de Palma llegó el 12 de febrero con -3,5 grados; pero durante la gran siberiana, el aeropuerto llegó a marcar los -10º. "Creo que la nevada se prolongó durante una semana más o menos. Lo que ha caído estos días no es nada comparado con aquello", asegura el geólogo Andreu Muntaner. En Manacor la nieve alcanzaba dos palmos y medio. En Alcúdia y Formentor, 50 centímetros de grosor. Todo después de un mes de enero con un tiempo primaveral.

Había muchos menos coches en las calles, pero los pueblos quedaron igualmente aislados. "En Palma hoy en día se produce un microclima que antes no había. Las calefacciones, el movimiento de coches... todo contribuye a subir la temperatura en el interior de la ciudad", explica el geólogo. Quienes estaban en Lluc -que llegó a los -13,5 grados- y en las possessions de la Serra, quedaron incomunicados. Pero, para Muntaner, quienes lo pasaron peor fueron los militares de la base del Puig Major que se quedaban totalmente aislados porque no había máquinas quitanieves.

El frío se hizo sentir también en las casas. "En el interior de las viviendas era espantoso porque muchas se hacían con marès, una material que absorbe la humedad", recuerda Muntaner. La calefacción eléctrica era un lujo, y las estufas de butano también eran pocas. La mayoría combatía el frío con braseros.

En Sa Pobla, Miquel López Crespí recuerda que en los corrales se ubicaba, también, la leñera. "Nunca había miedo de pasar frío", asegura. Las gavillas eran de almendro o de los pinos de la zona de Aucanada o cualquier lugar de la bahía de Alcúdia , "entonces sin hoteles".

A las reservas de víveres ayudaron los hornos familiares que aún tenían algunas casas y en las que madres y abuelas hacían pan. "Las carnicerías no mataban porque estaba todo parado. La gente hacía las matanzas en su casa y mataba al gallo del corral. Hasta el punto de que casi no quedaron gallos. Gallinas no, porque se necesitaban los huevos", rememora Sebastià Ferrer. Hubo quien también encontró el punto de vista positivo. "S'Any de sa neu mató a la mosca y los olivos no tuvieron carcoma. Era marzo y aún recogíamos aceituna. Fue el año que estuvo mejor el aceite de Capdepera", aporta Mateu Orpí. "Hoy la grisácea techumbre ha puesto una luminosidad exótica sobre Mallorca", describían los periódicos.

lunes, 6 de febrero de 2012

Larga vida al 'microarte' (y su fiebre)

Santi Celaya y Miquel Torrens en 'Merceria' | Cati Cladera
En Mallorca hay pocas iniciativas que dependan del público y consigan triunfar. El mallorquín -más aún si la ola siberiana aprieta- es hogareño por naturaleza, conocedor de que la Part Forana echa el cierre a eso de las 7 de la tarde y demasiado 'suyo' como para ir a un sitio al que irán cuatro gatos y formar parte del cuarteto. Así que cuando alguien pega el pelotazo y triunfa, el éxito le pilla tan desprevenido que se desmonta mientras intenta asumirlo. Bastaron dos ediciones de Microteatre -otrora también Teatríntim- para que el trío de Lydia Miranda, Albert Comas y Joan Porcel se desmontara mientras uno reclamaba la independencia. Y, de paso, los derechos del negocio.

Las causas de la ruptura son ambiguas, contradictorias y complementarias. La división entre seguir con el formato con el que debutaron u optar por el local estable que ya habían anunciado escondía, en realidad, una polémica mayor. Por un lado, la división de tareas entre quien tiene los contactos del mundo teatral y quienes, al parecer, inician el proyecto. Luego, la ausencia del castellano en un panorama de las artes escénicas más que acostumbrado a ello, hizo el resto. "A mí lo que me parece radical es imponer cuotas. Yo dejo que los autores escriban en la lengua que quieran", dice Porcel. Pero no deja de ser cierto, y tal vez lamentable, que la oferta teatral de la Isla en castellano se limite a las compañías que llegan de la Península. Algunas, muchas, de dudoso gusto y calidad. El bilingüismo ha desaparecido y los escritores también lo demostraron en la gala de los Ciutat de Palma.

Cuando uno del trío va y se lleva, como de hurtadillas, la idea y la vuelve a poner en marcha a bombo y platillo, la cosa se complica. Y fue Joan Porcel quien quiso renombrar el proyecto como Microteatre y convertirlo en una plataforma que, a través de las bases del microteatro, sirviera para reivindicar o reflexionar sobre determinados aspectos de la sociedad actual. El consumismo sería, y fue, el primero.

Lina Mira, Joan Porcel y J.M. Vadell | El Somni
Durante seis días las galerías Velázquez resucitaron en el corazón de Palma. Un espacio entre la degradación y la ruina vestigio de la caída del 'micro' comercio. Peluquerías, agencias de viaje, cafeterías. Tiendas de antaño que esconden bajo sus persianas la magia escenográfica de lugares detenidos en el tiempo. Sacarles jugo teatral no iba a ser difícil.

Por suerte la reflexión no se convirtió en proclama o panfleto, y la tercera edición del Microteatre -que llegó acompañada de la edición de todos los textos presentados hasta el momento y cafetería con micropinchos- produjo una nueva hornada de brillantes piezas. Nada como volver a ver a Santi Celaya y Miquel Torrens en esa comedia triste escrita por Pep Ramon Cerdà, 'Merceria'. El ex director general de Teatro se sumaba como debutante a una iniciativa en la que repetían, entre otros, el gran Álex Tejedor. Fan absoluta de (casi) todo lo que toca, volvió a brindar un drama cruel y terrible donde la víctima, el culpable y la locura bailan una danza casi macabra bautizada como 'Mati'. Mi sesión terminó con la risa y los momentos únicos de la mano de Lina Mira y Joan Manel Vadell interpretando 'Què en saps tu de perruqueries de dona?' de Albert Herranz.

Fuera o no motivo de disputa, el formato -lejos de la idea de buscar un local estable- ha vuelto a demostrar su eficacia. Entradas agotadas y sesiones completas casi cada día. Y Porcel ya tiene la vista puesta en el medio plazo con dos nuevas ediciones en la manga. La próxima llegará en marzo con Microteatre per ficció en algunos de los antiguos platós de Nova Televisió e IB3. Nada como los propios actores para reivindicar aquellas series que, acertada o desacertadamente, acabaron cercenadas de la noche a la mañana. Como 'Águila Roja' pero sin continuación en la nevera. La magia se trasladará ya entre abril y mayo a los Jardines de Alfabia con la danza como tema. Una vuelta de tuerca más al experimento que puede abrir más la mente de gran parte del público.

Una obra de 'Petita forma' | Deu cèntims
Mientras El Somni Microteatre desgrana en Facebook sus propuestas, ya hay quien se le adelanta y le crea hermanos pequeños por todas partes. El microteatro va a acabar por regirse, también, por las leyes de la oferta y la demanda. Irónico es recordar ahora que el trío inicial estuvo a punto de llegar a los tribunales por aquello del copyright del negocio.

Los primeros en apuntarse al carro han sido los de la compañía Deu Cèntims. Xisca Puigserver, Irene Soler y Lluís Valenciano son los tres ex alumnos de la ESADIB que, como algunos de sus compañeros, han decidido crear su propia compañía, además productora. Su 'Petita forma' -un microteatre con otro nombre- comenzó en junio del año pasado. Ca na Currusca, Cala Estància o Palmanyola son algunos de los lugares por los que ya han pasado. Su último asalto fue la floristería El jardín de las delicias en la Avenida Argentina.

A la versión danzarina se ha adelantado ya Cati Carrasco de la mano de Dansaprop. "Cuatro piezas donde el lenguaje es el cuerpo, donde cuatro mujeres nos cuentan su historia. Cuatro espacios íntimos y un público cercano". Así explicaban la iniciativa que comenzaba ayer sábado en Can Danús, un centro para la creación ubicado cerca de la plaza del Mercat. La propia Cati Carrasco interpretaba 'Bocado de realidad'; Valeria Pintos, 'Cumpliendo folios'; Leticia Hoz bailaba en 'Extrañas lealtades'; y Amaia Ruiz cerraba con 'Destartalar'. ¿Demuestra esto el auge de aquello de reinventarse o quizá es apuntarse a lo que otro ya probó? Sabiendo, eso sí, que Madrid siempre fue el origen. Habrá que esperar para ver cómo se desarrollan estas alternativas a un panorama oficial que, entre recortes e incertidumbres, se viene abajo cada día un poco más.