jueves, 26 de abril de 2012

'Malasombra', cuando la virtud se convierte en exceso

El Cultural de El Mundo -del mismo grupo editorial que anuncia inminentes despidos en su plantilla- otorga su Premio Valle Inclán a Carmen Machi y lo acompaña de 50.000 euros como dotación. Sigo perdida en la contradicción mientras recuerdo que los Max, los verdaderos y oficiales premios del teatro patrio, están a la vuelta de la esquina. Una nueva edición en la que una producción mallorquina peleará por el galardón al Mejor Espectáculo Revelación: Malasombra. La aventura en la que la compañía Au Ments unió danza y animación sobre el escenario de la mano del dibujante Max.

Hace meses que la obra dejó la Isla para seguir su andadura nacional, el Teatro Jovellanos de Gijón ha sido uno de los últimos en programar el montaje. Pero a tres días de su posible coronación por sus compañeros de sector, merece la pena recordarla.

El origen, lo relataba Elena Vallés, comenzaba en la mente de Max. El dibujante tenía astillada en el cerebro La maravillosa historia de Peter Schlemihl de Adelbert von Chamisso. Era el relato de un hombre que vende su sombra al diablo, sin saberlo, a cambio de riquezas infinitas. Lo que podría parecer sólo un juego de magia acabará por transformarse en una vida de frustración y reclusión porque nadie quiere relacionarse con un hombre sin sombra.

El Premio Nacional de Cómic 2007 encontró en Au Ments el cauce perfecto para dar forma a su idea. Primero sería apenas un guión; después, un espectáculo. Una combinación de danza y teatro visual que incluía la videocreación, el teatro de objetos o las sombras experimentales. Convertido en libreto, el personaje de Von Chamisso se transformaba en Malasombra: un ser "dedicado a robar sombras para luego esclavizarlas en una fábrica". Sobre el escenario dirigían Tomeu Gomila y Andrea Cruz.

Para alguien profano en la materia, la propuesta resultaba tan llamativa como atrayente. Pero al levantarme de la butaca sentí que, por fin, decía adiós a una experiencia extraña, incómoda y repetitiva. Quien vaya a ver Malasombra no encontrará lo que cualquiera entendería por danza. Au Ments echó mano de la conocida como danza expresionista para este nuevo montaje. Una disciplina que nació a principios del siglo XX cuando la danza tradicional -ésa que se asociaría al ballet clásico- adquiría una nueva estética. Ya no valían los saltos, los pasos establecidos o el ritmo. Se recuperaba el movimiento libre y la autoexpresión corporal. Algo que, a ojos del neófito, es una especie de teatro histriónico. Un movimiento de pasos cortantes, sesgados. Bruscos y, a veces, incluso torpes.

Podría tratarse, simplemente, de una cuestión de género o disciplina. Pero el mal sabor de boca de Malasombra va más allá. Uno de los primeros fallos del montaje, consensuado con el célebre señor Wretch, es que la obra no tiene claro su público objetivo. Su título pulula en internet como un espectáculo pensado para niños, pero cuando el espectador ocupe la butaca comprobará que hay algo que no encaja. Quienes analizan el cuento original de Von Chamisso reconocen que en la historia también había un doble registro. Uno pleno de fantasía que conquistaba a los más pequeños y otro más profundo, pensado para adultos, en el que la sombra era una metáfora del alma.

La cosa descuadra desde las primeras escenas. Una protagonista femenina, interpretada por Magda Tomàs, que no se sabe muy bien si es una niña o una joven nada inocente. Su papel está plagado de gestos más que sugerentes, de un continuo empeño en subirse la falda y jugar con una suerte de 'a ver qué te enseño' que me dejó la ceja por encima del flequillo. Una especie de contenido sexual velado que no hace más que crecer a lo largo de la obra en un guión que, a priori, no tiene relación con el tema. El 'malo' de la película será después partícipe también de esta ambigüedad para terminar de liar el asunto.

Mientras intentaba adivinar de qué iba todo aquello -con aquella molestia era difícil seguir cualquier guión-, llegó la música. Una banda sonora ruidosa, molesta, un rock experimental machacón que turba la mente y le da al montaje un aura aún más oscura. El chileno Rodrigo Latorre y los músicos Púter y Kiko Barrenengoa -excelente creador de Fameliars- eran los responsables de aquella caja de sonidos.

El disfrute llegó cuando aparecieron los juegos de la sombra y las proyecciones. La escenografía se convierte en el marco de una gran pantalla en el que se proyecta Malasombra. Un personaje oscuro y temido en dos dimensiones que danza con bailares de carne y hueso. Movimientos trepidantes o delicados en los que el ojo espectador llega a confundir realidad y ficción. Un mérito con firma de Max que, sin embargo, peca de ser excesivo.

El juego de las sombras experimentales es el gran éxito de este montaje. Las proyecciones dejan de ser un accesorio para adquirir tanto protagonismo como lo carnal. Cuando se hace la noche sobre el escenario, despierta la magia. La jaula es un cubículo ínfimo o una gran cárcel capaz de atrapar todo cuanto se le antoje. Las primeras escenas son una delicia. Las 200 que siguen después, un exceso. Estirar una virtud no sirve más que para estropearla. Un gran truco venido a menos.

¿Se pierde Malasombra en la pirotecnia efectista? Quizá sí. Pese a conocer las líneas generales del cuento de Von Chamisso, la obra se pierde en una sucesión de imágenes y gestos que no parecen seguir guión alguno.

Sin embargo, la obra deja pasar una gran oportunidad en lo que al personaje de Malasombra se refiere. La historia del cine de animación sabe lo difícil que le ha resultado inventar a los malos de la historia. Disney es sólo una de las grandes fábricas de seres malignos con más o menos acierto. El súmmum, para mí, el gran diablo que diseñó para Una noche sobre el monte pelado en Fantasía mientras sonaba Mussorgsky.

Si Godzilla demostraba lo perjudicial que puede resultar para una película mostrar a un monstruo entero cuando no se ha acertado mucho en el diseño. Malasombra es inmenso, en tamaño y personaje, cuando se mueve por el escenario con sus dedos puntiagudos acechando. Gabardina y bombín girando a un ritmo diabólico hasta que adquiere tridimensionalidad y toma forma como Tomeu Gomila. El ser terrible se convierte en un hombre mediocre y torpe que no hace más que seguir el juego de aquella ambigüedad provocativa. La novedad del espectáculo bien vale, eso sí, un Premio Max.

martes, 17 de abril de 2012

Mallorca espera su 'Mediterráneamente'

A los de 'Mallorquinamente' les queda poco para ver cumplido su sueño. Hace sólo unos días Marta Capdevila confirmaba desde Estrella Damm que la cervecera ha elegido Mallorca para su campaña Mediterráneamente 2012. La cosa, reconocen, está "muy verde". La marca sólo sabe que la agencia Villarrosàs volverá a unirse a ellos para sacar adelante el spot. Nada se sabe, aún, de si habrá fichaje estrella como ocurrió en 2011 con Isabel Coixet.

Pocas cosas hay seguras por el momento. Estrella Damm trabaja en la historia que servirá de hilo del anuncio para decidir si Mallorca estará, o no, acompañada por otra localización en el spot. No importa. Desde la cervecera son tajantes: "Queremos que Mallorca esté en el anuncio". El mar, eso sí, será el protagonista. Para alejar las dudas, la marca reconoce que ya ha realizado en Palma algunos castings para seleccionar a quienes serán figurantes. El spot se rodará en la primera quincena de mayo y, previsiblemente, podría comenzar a emitirse en junio.

Podría parecer sólo un anuncio más. Marketing, del bueno o del malo, hecho para aumentar el consumo de cerveza y, hay que reconocerlo, las visitas a este blog. Pero hay que recordar las palabras de la portavoz del Grupo Popular en el Consell de Menorca, Juana Francisca Pons: "[El spot] no nos ha costado nada y con él hemos conseguido más turistas que los convenios firmados con alemanes y británicos". Podremos esperar otro Billie The Vision & The Dancers y otro Tonight, tonight que nos alegre el verano. Pero también, la proyección de una imagen de la Isla alejada del Magalluf de turno aunque empañada, eso sí, por un nuevo hotel que si no está en Es Trenc sí está en Sa Ràpita. "Me gusta ver que empieza a estar nuestra Vía de Cintura llena de coches de alquiler, eso es bueno para todos", publicaba ayer en Facebook el rockero mallorquín Jaime Anglada... y razón no le falta. La campaña ha demostrado ser un regalo para el turismo de las Islas siempre que las ha pisado, aunque Menorca fue la única que supo o pudo estar a tiempo de aprovechar el tirón. Podríamos decir que Mediterráneamente vuelve a casa.

Mientras Estrella Damm llega, la caja tonta dispara dos anuncios dignos de reseñar. El primero el del parte muy muy amistoso de Click Seguros. Detrás, la agencia Lola (Lowe Latina). Lo bueno no era el spot en sí, sino lo disparatado y absurdo de una idea que funcionaba. No sé si en ventas de la aseguradora pero sí en televisión. Los nuevos asegurados tenían el derecho a escoger un regalo: una noche de hotel o una sesión de spa para dos personas. "Porque pensar así, es muy de Click", dicen ellos. Y la imagen del parte de un accidente que acaba con los propietarios sumergidos en un jacuzzi no tiene precio. "La publicidad convencional tiene los días contados", asegura la managing director de la agencia, Cristina Abril. Y acierta. No sólo porque las aseguradores -tanto de coche como de hogar- ya no sepan como dar otra vuelta de tuerca, sino porque cada vez más se demuestra que los spots trascienden más allá de los publicistas.




La agencia Lola ya lo había demostrado también de la mano de Visionlab y su pegadizo Gratu-ito. Cómo intentar hacer humor al 'estilo' de Mixta -sin caer  en la vergüenza ajena- o la revisión del Amo a Laura de Guille Milkyway son algunas de las interpretaciones que la red ha dado a este spot. Según explican desde Dr Publicidad, Lola tomaba el relevo de la agencia Publicis, responsable hasta ahora de la publicidad de la óptica y que, además, era creadora de las campañas de Mixta. Estética vintage, guiño 'indie' a los auténticos y a los que son capaces de reírse del imaginario público costumbrista español concentrado en ese perro de escayola.

Esta vez, no era la gracia del concepto la que vertebraba el spot, sino la banda sonora escogida para el mismo: el Super disco chino de Enrique y Ana. Música ochentera, ochobitera, con un estribillo tan pegadizo que asusta y puede llegar a enervar. Creo que el éxito de esta campaña está en no abusar de sus apariciones en televisión sino dosificarla.

 


Para otro día dejaré mis elogios a la campaña de Mapfre y su encantadora comercial, Carolina. Pero para terminar, si el año pasado era Cruzcampo quien intentaba hacer sombra a Estrella Damm -aprovechando su 'traición' a la catalana- y adueñarse del verano mediterráneo, este año se suma Sandevid. Entre la idea del psico-camarero, la canción con mensaje y los multilemas -'saca lo bueno', 'el vaso medio lleno', etc- pierde fuelle por sobrecargardo y por poco innovador.