domingo, 24 de octubre de 2010

*+* Y te busco, y me encuentras *+*



"Me he pasado toda la noche buscándote en sueños". Comenzaba la duermevela de vuelta y empezaba a desperezarse la conciencia. La voz venía del otro lado de su espalda, igual que los brazos que corrían a estrecharle la cintura. No necesitó volverse. Sonrió. El relato onírico que siguió llevaba injertado el surrealismo de costumbre; esta vez con una fiesta como telón de fondo y Zapatero y Leire Pajín entre los invitados. Por lo menos después de la búsqueda, al despertar, ella seguía allí, tan tangible como el montón de mantas bajo el que se había empeñado en esconderse.

Pensó en su propio sueño. Había pasado media noche en una pesadilla y la otra media en unas Conversaciones de Formentor protagonizadas por toreros. La segunda llegó a angustiarle más que la primera. Rió.

"Me he pasado toda la noche buscándote en sueños", se repitió a sí misma. Y entonces decidió volverse.


Led Zeppelin - Baby, I'm gonna leave you

sábado, 16 de octubre de 2010

*+* Hedonismo de moralina I: De 'Aquí en la tierra' a 'Y tu mamá también *+*

"Cuando los dioses ya no existían y Cristo
no había aparecido aún, hubo un momento
único -desde Cicerón hasta Marco Aurelio-
en que sólo estuvo el hombre".

Marguerite Yourcenar


Si Madame Bovary hubiera conocido aunque fuera un mínimo atisbo del invento de los Lumière, habría enloquecido cien páginas antes. Y con ella, Don Quijote. Todo un universo paralelo y cinematográfico con el que desoír el gris de su rutina. Aventuras, suspense, amor, crímenes, ciencia ficción e incluso sexo. Hedonismo servido en bandeja. Las otras vidas que alguien, pantalla mediante, convirtió en posibles.

Dos segundos después se habría decepcionado. El tufo moralista de aquellas películas de felicidad aparente era el mismo que emanaba hacía años su sociedad. Y es que ese mundo alternativo -tan religioso o más que la Vetusta galdosiana- había encumbrado a unos nuevos dioses profanos y afanados en pasar por el filtro de la moral sus personajes y sus escritos. Ya no era censura sino envidia, orgullo, pudor, desasosiego o ajusticiamiento.

Echo un vistazo a mi filmoteca particular. Mark Piznarski -con capítulos de Gossip Girl y la nueva temporada de Sensación de vivir en su currículum- abre la veda en el 2000. Era la época del teen cinema -fuera terror o culebrón adolescente-: de Rumores que matan a Diez razones para odiarte pasando por The Faculty o Scream. Aquí en la tierra ponía a la pícara pero cándida Leelee Sobieski en un triángulo amoroso entre Chris Klein y Josh Harnett. El primero, un futuro universitario de la high society de Boston; el segundo, el noble novio del pueblo de toda la vida. Dualidad y carpe diem al canto, pero no. Ella quiso salirse del camino del conformismo marcado y un cáncer corrosivo acabó con su vida. El adulterio o el juego a dos bandas era lo de menos. Si An education le demostró a Carey Mulligan que los atajos no siempre eran un buen camino y que lo de la escuela de la calle tenía más de mito que de realidad, Aquí en la tierra vino a añadir que por mucho que uno aspire, estará siempre ligado a su origen.


Algo de ese formato quedaba también en El Sueño de Ibiza (Igor Fioravanti, 2002). Entre la visión alucinógena y la metáfora el Destino llamaba a la puerta de Carlos, Nacho y Chica dispuesto a revelarle los secretos de su futuro. Desde entonces, y hasta su muerte, una luz intensa les guiaría si no por el buen camino sí por el ya escrito. Sólo un instante y los efluvios del sobre para decidir. Quienes cogieron la carta pagaron por ello. El futuro sólo puede ser revelado a los iniciados. Aspirar al privilegio de los dioses, aunque fuera por apostar por su felicidad, tenía un precio.

Chica divisó Mozambique en el horizonte. Carlos, una promiscuidad social donde los días eran sólo la resaca de las noches. Tampoco quedó nada de aquella vieja idea de aprovechar el momento.

En el camino quedaba el triángulo de Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001). Luisa (Maribel Verdú) vivía absorbida por un matrimonio absurdo y tedioso que la consumía por dentro. De repente, dos jóvenes con las hormonas en plena revolución, Tenoch (Diego Luna) y Julio (Gael García Bernal) ponen nombre a un horizonte paradisiaco: la playa de Boca del Cielo en Oaxaca.

Si de algo puede presumir el film de Cuarón es de ser uno de los grandes hitos en el subconsciente fantasioso en lo que a viajes se refiere. Cruzar el país en coche conociendo el México que escapa al turismo. El costumbrismo adictivo. Kilómetros y más kilómetros para perderse entre la bohemia, el sexo y la conversación.

Con Cesaria Evora sonando en la radio, al otro lado de la pantalla todo resulta perfecto. ¿Por qué el mexicano tuvo que poner un porqué a la fuga de Luisa? ¿Por qué no permitir que fuera, simplemente, el giro a la vida loca que todo el mundo quiso para sí? De nuevo, una enfermedad a apenas un salto de tiempo. ¿Sólo así podía resultar justificable y comprensible su pecado? Las tres acabaron con el regusto amargo de quien quiso poner mártires donde no los había.

*+* Hedonismo de moralina II: De 'Mi vida sin mí' a 'Madres e hijas' *+*

Si alguien sabía de prisas ante el terror repentino de la muerte cercana, ésa era Isabel Coixet. En 2003 había creado una oda al tema con 'Mi vida sin mí'. Ann (Sarah Polley), sabedora del final de sus días, decide hacer una lista con todo lo que quiere hacer antes de que llegue el momento. "Things to do before I die", escribe su mano sobre una libreta a rayas. La imagen resulta tan ridícula como angustiosa.

"¿Qué harías si supieras que te queda un día de vida?", nos preguntaron en la prueba de acceso al instituto. ¿Podía haber absurdo mayor? Creo que lo que menos me gustó del film de Coixet fue esa necesidad de consumar todo lo que quedó por hacer. Aquí sí, adulterio incluido. La frivolidad se convertía en misticismo. Pero claro, con una Ann moribunda la cosa era menos grave. Si los cuernos no tenían motivo aparente -véase Infiel- la cosa tenía que terminar, por fuerza, peor.

La angustia de Ann era ese empeño en organizar la vida que seguiría a su muerte. Eso era lo que encogía el alma.

Cuando Matías Bize encerró a Daniela (Blanca Lewin) y a Bruno (Gonzalo Valenzuela) en una habitación de hotel, también tenía la omnipresencia y el todopoderosismo entre las manos. 'En la cama' merece un post aparte pero la evolución de la historia y de los personajes es perfecta. Se plantean dudas: ¿fue todo casual o alguien
buscó el encuentro? Diálogos de una veracidad increíble. Sencillez, delicadeza. Y, sobre todo, cómo pasar de un extremo al otro en menos de dos horas. Si alguien albergaba esperanzas de un final con altar y velo blanco, será satisfecho. Eso sí, Bruno no será el del traje.

Creo que la excusa era tan baratera que fue lo primero que olvidé de la película. Ni siquiera Bize nos dejó creer que aquel día idílico era un Enjoy the ride cinematográfico. Aquellas 24 horas de persianas bajadas tenían un porqué. Una boda al día siguiente y, de nuevo, la necesidad de dejar hecho lo que jamás se podrá hacer.

El remate lo puso otro hispano. Rodrigo García y el dramón a múltiples bandas de Madres e hijas. Superado el momento de entender que repita planos, escenas y personajes idénticos a Cosas que diría con sólo mirarla, vuelve a aparecer la víctima. Se la ve venir de lejos aunque ella aún no lo sepa. Prototipo -por no decir topicazo- de una abogada brillante en lo profesional aunque casquivana y maquiavélica en lo personal. La descripción de Elizabeth (Naomi Watts) tiene más de prejuicio que de personaje real. Parece inconcebible que una mujer apta profesionalmente pueda no ser retorcida y competitiva fuera del despacho. Habrá algo que la haga meditar e intentar reconducir su camino: un embarazo del mismísimo Samuel L. Jackson. Pero sus pecados habrán sido ya tantos que para entonces estará más que decidido el fin de sus días sin que pueda conocer siquiera a su hija.

Como Madame Bovary, una suspira ante el panorama. Claudia Llosa fue la única capaz de darle tres días libres a la moral y la conciencia aunque fuera a costa de matar a Dios. De espaldas a aquel Manayaycuna que había creado, hacía oídos sordos a lo que ocurriera. Un tiempo que, como la cita de Yourcenar, nos devuelve a una época de absolución y amoralidad divina. También Nietzsche proclamó el ocaso de los dioses. Pero siempre habrá quien vuelva a despertarlos. O, en su defecto, a sustituirlos.