sábado, 16 de octubre de 2010

*+* Hedonismo de moralina I: De 'Aquí en la tierra' a 'Y tu mamá también *+*

"Cuando los dioses ya no existían y Cristo
no había aparecido aún, hubo un momento
único -desde Cicerón hasta Marco Aurelio-
en que sólo estuvo el hombre".

Marguerite Yourcenar


Si Madame Bovary hubiera conocido aunque fuera un mínimo atisbo del invento de los Lumière, habría enloquecido cien páginas antes. Y con ella, Don Quijote. Todo un universo paralelo y cinematográfico con el que desoír el gris de su rutina. Aventuras, suspense, amor, crímenes, ciencia ficción e incluso sexo. Hedonismo servido en bandeja. Las otras vidas que alguien, pantalla mediante, convirtió en posibles.

Dos segundos después se habría decepcionado. El tufo moralista de aquellas películas de felicidad aparente era el mismo que emanaba hacía años su sociedad. Y es que ese mundo alternativo -tan religioso o más que la Vetusta galdosiana- había encumbrado a unos nuevos dioses profanos y afanados en pasar por el filtro de la moral sus personajes y sus escritos. Ya no era censura sino envidia, orgullo, pudor, desasosiego o ajusticiamiento.

Echo un vistazo a mi filmoteca particular. Mark Piznarski -con capítulos de Gossip Girl y la nueva temporada de Sensación de vivir en su currículum- abre la veda en el 2000. Era la época del teen cinema -fuera terror o culebrón adolescente-: de Rumores que matan a Diez razones para odiarte pasando por The Faculty o Scream. Aquí en la tierra ponía a la pícara pero cándida Leelee Sobieski en un triángulo amoroso entre Chris Klein y Josh Harnett. El primero, un futuro universitario de la high society de Boston; el segundo, el noble novio del pueblo de toda la vida. Dualidad y carpe diem al canto, pero no. Ella quiso salirse del camino del conformismo marcado y un cáncer corrosivo acabó con su vida. El adulterio o el juego a dos bandas era lo de menos. Si An education le demostró a Carey Mulligan que los atajos no siempre eran un buen camino y que lo de la escuela de la calle tenía más de mito que de realidad, Aquí en la tierra vino a añadir que por mucho que uno aspire, estará siempre ligado a su origen.


Algo de ese formato quedaba también en El Sueño de Ibiza (Igor Fioravanti, 2002). Entre la visión alucinógena y la metáfora el Destino llamaba a la puerta de Carlos, Nacho y Chica dispuesto a revelarle los secretos de su futuro. Desde entonces, y hasta su muerte, una luz intensa les guiaría si no por el buen camino sí por el ya escrito. Sólo un instante y los efluvios del sobre para decidir. Quienes cogieron la carta pagaron por ello. El futuro sólo puede ser revelado a los iniciados. Aspirar al privilegio de los dioses, aunque fuera por apostar por su felicidad, tenía un precio.

Chica divisó Mozambique en el horizonte. Carlos, una promiscuidad social donde los días eran sólo la resaca de las noches. Tampoco quedó nada de aquella vieja idea de aprovechar el momento.

En el camino quedaba el triángulo de Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001). Luisa (Maribel Verdú) vivía absorbida por un matrimonio absurdo y tedioso que la consumía por dentro. De repente, dos jóvenes con las hormonas en plena revolución, Tenoch (Diego Luna) y Julio (Gael García Bernal) ponen nombre a un horizonte paradisiaco: la playa de Boca del Cielo en Oaxaca.

Si de algo puede presumir el film de Cuarón es de ser uno de los grandes hitos en el subconsciente fantasioso en lo que a viajes se refiere. Cruzar el país en coche conociendo el México que escapa al turismo. El costumbrismo adictivo. Kilómetros y más kilómetros para perderse entre la bohemia, el sexo y la conversación.

Con Cesaria Evora sonando en la radio, al otro lado de la pantalla todo resulta perfecto. ¿Por qué el mexicano tuvo que poner un porqué a la fuga de Luisa? ¿Por qué no permitir que fuera, simplemente, el giro a la vida loca que todo el mundo quiso para sí? De nuevo, una enfermedad a apenas un salto de tiempo. ¿Sólo así podía resultar justificable y comprensible su pecado? Las tres acabaron con el regusto amargo de quien quiso poner mártires donde no los había.

1 comentario:

  1. El hedonismo tiene sus consecuencias, lo dice el mismo Epicuro. Otra cosa es que el cine, la música o la literatura tengan un terrible complejo de educadores sociales, pero puede que si las cintas de las que hablas se quedasen tan sólo en la búsqueda del placer como fin último, fuesen tachadas de ingenuas o, peor, que hubiesen sido dirigidas por Julio Médem.

    Dr. Wretch and Mr. Hyde

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