lunes, 13 de septiembre de 2010

*+* Formentor II: La máscara de Capote II *+*


  1. Fueron Almodóvar y Todo sobre mi madre quienes me llevaron hasta Truman Capote. Primero conecté con aquel escritor en desasosiego. Después, como le pasó a medio Estados Unidos, me cayó bien como tipo. Nunca me han gustado las personas que van de algo (de guapos, de simpáticos, de humildes, de víctimas) pero sí quienes inventan un personaje para sobrellevar su vida pública ante los flashes. Como Najwa Nimri. Como Capote. Fue Rosa Montero quien desnudó los pies de barro del titán.
"Capote escribió la obra casi en su totalidad, y luego esperó otro par de años a que ejecutaran a los criminales para poner el capítulo final y publicar el libro", escribía. Aquello de la novela de no ficción se le fue de las manos.

El asesinato de la familia Clutter sería el centor de su obra magna a partir del que tejer la vida de Dick y Perry, los dos asesinos: un par de veinteañeros acabados y tarados. Lejos del folio en blanco, Truman Capote aseguraba a perry que le iba a devolver al reino de la humanidad. Vendía su capacidad de desmontar su imagen de monstruo. Pero no era bondad, sino material literario. "Cuando pienso en lo bueno que será el libro casi no puedo respirar", asegura en la película.

Su amiga Harper Lee le advertía de la perversión. Él nunca dejó de ser periodista. Y volvió a fingir cariño y compasión para extraer toda la información posible. Sintió los recursos como "decepciones" a la espera de un final real sobre el que pudiera escribir el desenlace de su novela.

El rechazo de una apelación le devuelve la conciencia por un segundo. Se da cuenta de que su criatura literaria, su "mina de oro", es un ser de carne y hueso sentenciado a la horca. Y no sabe si lo que le turba es más el remordimiento o el adelanto en la fecha de entrega.

"Ésta debió de ser, por lo tanto, una de las causas de la caía de Capote: sacrificó la vida de dos hombres al idolillo bárbaro de su propia fama, y eso tiene que dejarte el ánimo revuelto. [...] No creo que esa miseria moral se pueda alcanzar impunemente", continuaba Montero. Nace el monstruo. Truman es engullido por Capote. ¿Fue, en realidad, tan cruel y terrible? "Es como si Penny y yo nos hubiéramos criado en la misma casa, y un buen día él se marchó por la puerta de atrás y yo salí por la puerta principal", reflexiona en el film confundiendo musa y reflejo y revisando sus orígenes.

A sangre fría fue su gran obra. Multiplicó su fama, su éxito. El dinero llamaba a su puerta y todos se rifaban su presencia en tertulias y entrevistas. Pero nunca más volvió a terminar una novela. Sólo los relatos de Música para camaleones en cuyo prefacio -a veces mejor que los propios cuentos- confesaba el yo torturador que llevaba dentro. Enloqueció de triunfo y de desesperación literaria. Se convirtió en alcohólico y adicto a las pastillas. La crítica le dio la espalda por comercial y amenazó con volver con una novela que le convertiría en el nuevo Proust y de la que sólo dejó escritos tres capítulos antes de su muerte. Dicen que aquella frase -aforismo de Santa Teresa- que iba a dar título al nuevo proyecto era su expiación por A sangre fría: "Más lágrimas se derraman por las plegarias atendidas que por las no atendidas".

No hay comentarios:

Publicar un comentario