viernes, 14 de enero de 2011

I. La macedonia tarantiniana de De la Iglesia

Ha llegado el momento. Sobre todo al ver que las reacciones a las 15 candidaturas de Balada triste de trompeta para los Goya se parecen demasiado a los comentarios a pie de sala. "Creo que no estamos acostumbrados a este tipo de cine", sentenciaba una anónima dos butacas a la izquierda. Con los créditos finales aún agonizando en la pantalla, otra voz le secundaba una fila más adelante. "Un tío que tiene estas ideas en la cabeza sólo puede ser un friki".

¡Qué facilidad de crítica! Sin ni siquiera haber reposado la película tras el olor a terciopelo recalentado de las butacas. El Señor W. y yo callamos. Apenas dejamos escapar un "Buah" reusltado de haber estado cerca de dos horas pegados al respaldo casi sin pestañear y muestra de nuestra reconciliación con Álex de la Iglesia. Así, sin el desfile comercialoide de camisetas escotadas de Leonor Watling ni crímenes en Oxford, sí.

Del criterio anónimo salto a las voces expertas. El En contra de Sergi Sánchez en Fotogramas no tiene nombre. ¿Nadie ha sabido pillarle el punto al -venga, digámoslo que sino parece demagogia- presidente de la Academia? Aceptemos la sobrecarga temática. Es indudable que el cineasta quiere hablar de demasiadas cosas. Pero también que su macedonia tarantiniana aguanta hasta el final como una campeona por más elementos que le eche encima. Una funambulista más en su circo de la trompeta que se sobrepone, incluso a las lagunas en el guión.

Comencemos por el principio. Los créditos iniciales de Balada triste de trompeta son una declaración de principios de su director. El embrión de la madeja de todos los hilos que irá estirando y desarrollando. Estética, contundencia agresividad. Una introducción seguida de un prólogo igualmente arrollador con Santiago Segura y el resto de la compañía circense sorprendidos por las tropas republicanas en medio de una función. Su adhesión -más consentida que involuntaria- al ejército y su posterior enfrentamiento con el bando nacional son la exhibición del surrealismo supino que el director es capaz de conseguir. La escena de Segura rebanando cuellos cuchillo en mano mientras ondea los tirabuzones al viento es la herencia valleinclanesca que muchos ven en el cineasta. Su amor por el esperpento es, aquí, palpable.

Esa primera historia del payaso triste sienta algunas claves del film. Una pretendida sobreactuación que parece reírse en la cara de los dramas de serie B. Todos teníamos en mente una escena de un niño visitando a su padre en la cárcel. Y el diálogo no podía ser otro. Sólo que Álex de la Iglesia siempre está al acecho con su ojo mordaz. Parlamentos crueles -cercanos a la humillación- pero brillantes y de humor afilado.

Con las primeras escenas en un Valle de los Caídos en plena construcción, la película da comienzo oficial.  Pero Balada triste de trompeta no es sólo la caricatura de una historia épica encerrada en una comedia del absurdo. Sus guiños a la realidad social e histórica desdibujan lo que podría haber sido otra revisión más guerracivilista con formato de pseudo documental.

La sublevación del niño al que todos habían dado por inútil y una explosión son el desencadenante. "La venganza es un buen argumento para construir una película", asegurará luego el señor W. No lo había pensando antes pero estoy de acuerdo.

Según las críticas vistas, oídas y leídas a posteriori, el número de ampollas levantadas a esta altura de la película ya era grande. "De nuevo", me dicen, "el bando nacional como diana". Disiento. Creo que es precisamente esta actitud moscona la que De la Iglesia critica. No habla ni pone en tela de juicio a las víctimas ni juega a hablar de maniqueísmos. La cinta habla de otra cosa. Del empeño esquizofrénico de seguir arrastrando la mierda. La incapacidad de decir aquello que comentaba Claudia Llosa: "no podemos hacer nada por lo pasado pero podemos trabajar a partir de ahora".

El film es una buena muestra de lo que es situar la Guerra Civil como auténtico telón de fondo y no lo que Villaronga nos quiso vender. No pone en duda una revisión ni clama venganza contra el franquismo. Es una excusa argumental como cualquier otro posible dramático que el director ha utilizado en su favor para su película megalómana.

Con el mismo cinismo conviven en lo siguiente realidad y ficción. Ese atentado a Carrero Blanco que se cruza en medio de la historia de los personajes. Ese momento brillante de Carlos Areces preguntando a los etarras: "¿vosotros de qué circo sois?" El retrato de un Franco compasivo ante el 'pequeño salvaje' cuyo mordisco recuerda al accidente de caza que sí sufrió el Generalísimo.

Qué casualidad, eso sí, que quien encuentra al payaso triste desnudo y en medio de bosque sea el mismo geneal del Valle de los Caídos. Había que condensar tantos elementos que en algún momento los nexos y las elipsis son más que burdos. Es el mismo fallo que habla de la película como una sucesión de sketches con guión poco consistente. Los árboles no le dejaron ver el bosque. La versión positiva diría que más mérito tiene aún levantar una cinta como ésta con una historia que no es nada del otro mundo.

2 comentarios:

  1. Es una gran película. Me impactó mucho. Yo también creo que es un batiburrillo de ideas poco desarrolladas y que hay mucho delirio... pero la primera escena de Santiago Segura es impresionante.
    ;)

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  2. La película trata "del empeño esquizofrénico de seguir arrastrando la mierda". Grande.

    Me molesta estar de acuerdo en la mayoría de cosas y no poder meterme contigo. No te preocupes, otra vez será.

    Un saludo afectuoso

    El señor que viene un momento antes de la antepenúltima letra del abecedario

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