martes, 28 de septiembre de 2010

*+* Formentor III: ¿Por qué escribir? *+*

Tallulah Bankhead fue una fábrica de escándalos y frases lapidarias. "Si volviera a nacer cometería los mismos errores... pero lo haría antes", luce entrecomillada en portadas bajo su fotografía en blanco y negro. "Son las chicas honestas las que tienen diario, las otras no tienen tiempo", suena en Formentor por boca de Eduardo Jordà. En un extremo de la mesa, asiente José Carlos Llop. "La gente que está satisfecha consigo misma no escribe diarios y ni siquiera lee", añade dejando entrever los resquicios de un vacío vital contrastado con una compulsión literaria.

¿Por qué escribir? Echo de menos a Daniel Pennac en la búsqueda de una respuesta lógica. Sencilla y práctica como la voracidad del lector que retrató en Como una novela. La herencia freudiana ataca: insatisfacción o trauma. Luis Goytisolo se encoge de hombros cuando se le pregunta por la muerte de su madre. Hasta hace poco parecía tener que sentirse culpable por no deberle a ella su vocación. La pérdida le pilló tan pequeño que -al contrario que sus hermanos Juan y José Agustín- no servía para explicar la pulsión escritora.

Luego surge la teoría del psicoanálisis gratuito de Max Frisch y Llucia Ramis se confiesa: ella escribe para conocerse. Ahí, sobre el papel, sentimientos y reflexiones toman una claridad imposible en la abstracción mental. Sus colegas fruncen el ceño. Se escribe para expresarse pero no para entenderse.

Con el yo de nuevo en el ojo del huracán se reavivan las teorías. "Es curioso porque hasta ahora los exhibicionistas nos caían mal", apunta Llucia. Sonrisa y aplauso. Como teórica del ego no tiene precio. Apoyo unánime. Agustín Fernández Mallo advierte: "Uno puede rozar el solipsismo de creer que sólo existe lo que uno piensa". Peligro aparte, más de un espectador y algún que otro periodista suspiran aliviados. Mal de muchos, consuelo de tontos. Chris Stewart -esquilador confeso metido a letras- apunta el carácter geográfico del asunto. "En mi país existe un pudor, una modestia terrible que nos inculcan desde que nacemos. Nuestros padres nos dicen que no valemos nada, que nos es de buena educación hablar de uno mismo". Fue cambiar Inglaterra por España y publicar sus diarios.

"Llega un momento en que al autor su vida le parece tan interesante como sus obras. Ya no le basta ser el padre de sus criaturas, quiere hablar de sí mismo, ser una criatura literaria", resume a la perfección Basilio Baltasar. Nada tiene que ver que uno no tenga ínfulas literarias ni sienta un hormigueo a la hora de lanzarse sobre el folio en blanco. El nuevo diván de letras se llama Facebook y es tan demoniaco como el que más.

"Con internet esto se ha democratizado y todos tenemos el derecho de contar", dice Llucia. Los ejemplares vendidos son ahora estadísticas de blog o "me gusta" facebooksianos. El día que la propia vida no bastó para el éxito, el exhibicionista se quitó la gabardina. El yo pasó a ser un alter ego con una rutina tan ajetreada como un capítulo de Física o Química. Un surtido de frases ocurrentes. El aplauso al otro lado de la pantalla bien lo valía. "Publicar produce ansiedad porque quieres que haya una respuesta, si no, estás fracasado". Y en eso seguimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario