lunes, 14 de febrero de 2011

XXV Premios Goya I: El sari de Sinde, las descargas de Buenafuente y el discurso del presi

He soñado con Asier Etxeandia. No es que me moleste, ni el chaval está nada mal ni -después de 'Barroco'- dudo de su talento interpretativo. Pero creo que la cosa viene porque, dos horas y pico de Goyas después, mi subconsciente seguía atrapado en una gala que pasó del acierto a la repetición y la vergüenza ajena. Creo que el númerito musical -¿quién convenció a Luis Tosar para presentarse?- nos pilló a todos demasiado en frío como para juzgarlo con objetividad. Digamos que el gran inicio de Andreu Buenafuente mientras bajaba del cielo y decía "esto ha sido una descarga legal" fue desembocando en una sucesión de chistes malos. El momento del micro que transformaba la palabra en música -joder, ahí sí que quién coño convenció a Antonio de la Torre- fue patético.

Dice mi madre que mientras en el extranjero hacen las cosas a lo grande, aquí siempre optamos por hacer el payaso. Y la callo con un "ay, mamá!!" al tiempo que pienso que, visto lo visto en el repaso de los 25 años de Goyas, a lo poco que hemos aprendido es a mejorar los decorados.

A los que no entendemos -ni tenemos intención de hacerlo- de moda, la alfombra roja nos sirve poco más que como un critiqueo a pie de playa. Supongo que ambas están concebidas para lo mismo. Los chismorreos son los mismos que un Sálvame cinematográfico. Primero, que quién era la señora que acompañaba a Imanol Arias -duda más que razonable después de haber convertido su separación en un serial más. ¿Quién podría dejar a Antonio Alcántara?-, que qué guapísima está Aitana Sánchez Gijón y qué maravilla un flequillo-quita años, que Najwa Nimri sigue apostando por el horterismo de escote o transparencias y que, atención, Leonor Watling vuelve a estar embarazada. El matrimonio con Jorge Drexler es fructífero y no sólo en premios.

Nos vendieron la gala como la noche de la posible polémica González-Sinde VS. De la Iglesia. El jeto de ambos en el posado -pese al sari que la ministra se encasquetó en plan 'vengo en son de paz'- hablaba por sí solo. La pena es que todos sabíamos lo que iba a pasar. Primero, que TVE apenas iba a enfocar a los manifestantes convocados por Anonymous en los alrededores del Teatro Real. No, no era su noche. Es cierto. Y menos protagonismo iban a tener después de boicotear la página de la Academia y la de los Premios Goya. Desde luego, mostrar el mal uso que se puede hacer de internet no es la mejor manera de defender Cinetube. Recordemos, eso sí, las sabias palabras con las que Eduard Punset puso a Sinde en su sitio. Sólo me alegro de que el que saltara al escenario fuera el gilipollas de Jimmy Jump y no un manifestante rebelde. Hubiera sido una cagada monumental.

Para quienes seguíamos confiando en las reivindicaciones de la noche -algo, por lo menos. Qué bien que habláis todos después- nos quedaba el discurso de Álex de la Iglesia. Denigrado de su categoría de cineasta por ser el director de la Academia, podía más que suponer que su papel en la gala iba a ser más oficial que paritario. Es así. Todos habrían titulado con el tongo sobrevuela la gala de los Goya. No importa que el listado de los académicos sea casi infinito. De 15 nominaciones, Balada triste de trompeta se fue a casa con dos: maquillaje y peluquería y efectos especiales. Sí, vale. No hay premios objetivos. Pero frente a una peli más de Villaronga, análisis aparte, De la Iglesia había firmado uno de sus mejores films hasta el momento.

"Bienvenido al club de las injusticias", le podría decir alguno. Icíar Bollaín, sin ir más lejos que de 13, se quedó sólo con el pico: dirección de producción, música -siempre grande Alberto Iglesias- y actor de reparto. El Goya al señor Karra Elejalde nos regaló un momento de emoción. El actor le agradeció a Bollaín haberle sacado "de boxes". El cabezó le colocó en el puesto en el que probablemente hace tiempo que debería estar. Que se aplaudiera tanto como cualquier otro galardón -sigo sin entender porque nadie se puso de pie con Pasqual Maragall- es otra de esas cosas que tiene el ego del cine.

A De la Iglesia no le quedó más remedio que hacer todo lo posible por pasar a la posteridad por su discurso. "No le tenemos miedo a internet, es la salvación de nuestro cine". Grande. Por fin alguien se ha dado cuenta de que, con una cantidad de películas españolas inasumibles por las pantallas -siempre y cuando el sistema sea el que es- la red es una plataforma más que buena para dar a las cintas esa segunda vida que buscan. Sí, habrá que plantear "un nuevo modelo de mercado, una nueva manera de entender el negocio del cine". Eso sí, mientras se pueda elegir entre barato y gratis, la cosa está clara. El cine, consiste en una pantalla y alguien del otro lado. Lo dijo él mismo. Y, casi en homenaje a Punset, añadió "si queremos que nos respeten, tenemos que respetar primero". Lástima que con su dimisión, se acabe una de las pocas voces con sentido común y que se atreve a diferir de la línea oficial.

1 comentario:

  1. Hola, como te gusta Pascal Gaigne, igual te interesa un artículo que un amigo escribió en mi blog sobre la Ley Sinde. Si, es un extraño encadenado de ideas ;-)

    http://mundosenparalelo.blogspot.com/2011/02/opinion-la-ley-sinde.html

    Saludos en paralelo.

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