miércoles, 14 de julio de 2010

*+* La jungla electrónica de Najwa *+*

Cuando King Kong abrió la mano y dejó a Jessica Lange sobre el suelo, el paisaje ante sus ojos era tan apocalíptico que apenas pudo celebrar ser la última superviviente. El mismo páramo desierto en el que resurge Najwa Nimri. Atrás quedan los estribillos luminosos y bailables de ‘Mayday’ y la inquietante serenidad de ‘Walkabout’. Se arrancó la máscara idiomática que la protegía y regresó descarnada y agónica. Erigida en un monstruo que se golpea el pecho como el primate que la ha poseído.


Pasan las once y media de la noche cuando los músicos y ella aparecen entre el público. Ocupan el escenario y callan los aplausos. Empieza lo que Najwa bautizó como liturgia. Una letanía de guitarra eléctrica y distorsiones electrónicas. El paisaje se antoja desolado y perturbador. Abrazada al micrófono como a mástil de barco deja escapar los primeros cantos de sirena. “Como música en el agua es la suave voz que oí… Lo más oscuro del alma. Todo en calma”. Se mece y se tambalea a un tiempo. Desaparece el piano y el monome de Raúl Santos dibuja una psicodelia de acordes imposibles.
Nunca había tenido tan clara y uniforme la idea global de un disco. Nunca hasta aquella operación que la dejó meses sin voz había sentido esa necesidad de gritar. Desenmascara, encontró grietas que brotaban como heridas. Agujeros por los que canta “un monstruo frío que no me deja ser”:Siento el diablo en mí”, “sé que el mal está en mí”, se obceca mientras se golpea el pecho en nombre del último primate que la ha poseído.

Tras confesar su fragilidad en ‘Facil de romper’ enarbola el arma imaginaria de ‘Con un puñal’. Vuelve el animal agónico. Su grito descarnado es desesperado y descorazonador. Un chillido contra lo cruel que ese ente llamado amor puede llegar a ser. “Me llevará un poco de tiempo ser toda una asesina, pero lo intentaré”. Un ser vengativo que se mueve entre las verdades y las mentiras, entre los altibajos destructivos de ‘Dirás la verdad’: “Te veré, me verás. Reiré, te echaré de menos. Creerás que mentí y dirás la verdad. Sentirás que esta bien, sentirás que está todo mal”. Una maraña de emociones que lucha contra lo absurdo de lo inevitable, lo destinado. “Te amaré, me amarás”. Sólo un pequeño resquicio queda para el olvido.

Cómo estáis aquí en Palma, cabrones. Estáis de puta madre. Lo que necesitéis me lo pedís y yo os lo daré”, afirma cortando la tensión con un cuchillo que no se despega de su sonrisa.

La improvisación devora los finales que se alargan hasta el infinito con rapeos en los que mezcla lo que asegura letras del próximo álbum –“Podemos dar en el blanco sin mirar la diana, inspiración sincronizada”- y retahílas inventadas en inglés.

El silencio dura apenas un segundo y el reloj echa atrás sus agujas. Raúl Santos retoma el poder. Vuelve la atmósfera hipnótica, absorbente. Suena ‘So often’ y en cuestión de minutos la sala entera baila el house recién estrenado del tema. Aquella oscuridad que entonces me hacía pasar la pista era el inicio de un sendero que Najwa tenía aún que explorar.

De lo más profundo, del fondo más oscuro del pozo, empieza a renacer. “No importa que naufrague, hoy nadé otra vez”, repite en ‘Jugué y gané’. Poco a poco, como si de la mismísima Sylvia Plath se tratara: “La manera en que emerge de la oscuridad para convertirse en una explosión de furia”. El estallido que llega con ‘El último primate’ y el público coreando su voz. “Gritaré, gritaré hasta llegar a ti”. La rebelión contra una injusticia sentimental. “Y si estás tan acabado, fumigado, aniquilado. Arrasado y envasado por estar aquí a mi lado, gritaré”. Un primate convertido en francotirador a la caza de un desempate.

En pleno éxtasis alarga con ‘Mi ritual’ antes de dar el salto nostálgico definitivo a ‘Dead for you’ y ‘Crime’, “¿es demasiado lenta?”, pregunta consciente de la vorágine en que ha sumido la sala. No hay pausas ni segundas partes. “Yo no me quiero ir, nunca me quiero ir, aquí menos. Me hago desear cero”, reconoce.
Llega el momento de la despedida y nadie, ni siquiera ella, es capaz de abandonar. Apenas durante un segundo fuera del escenario. La lejanía y el olvido le hacen desechar ‘Go Cain’ por mucho que el público la pida. Accede a recuperar un ‘Near the air’ improvisado que acaba por convertirse en reggae.
Su debut en Mallorca se transforma en una fiesta apoteósica. Adiós Sylvia Plath, hola Najwa Nimri. Sube a una espontánea al escenario, advierte de los peligros de hacer funky “sin un negro cerca”. Oscila y se mece como la Lucía asfáltica que bailó en casa de Charlie a ritmo de Mastretta. Vuelve ‘So often’ y la sala vibra. Entra en efervescencia por ese seductor tobogán sonoro dibujado por Raúl Santos. “Menos mal que no tenemos más repertorio preparado porque sino no me iría nunca”.





Najwa - El último primate

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