sábado, 13 de agosto de 2011

La derecha no es de cultura


El día que Russian Red confesó que era de derechas -algo que según Quico Alsedo (ese hombre que resulta encantador hasta que te toca el grupo que te gusta) no hacía falta que dijera porque, Alsedo dixit, "mientras la gente sale a la calle hasta los huevos de todo, ella se sube al sofá y se pone a tomar té"- la derecha perdió su gran oportunidad. Debería haberse levantado al grito de "¡Lourdes, nosotros también somos de ti!". De la música -indie o pijoindie-, de la cultura. Pero no. El PP arrasaba en las urnas y en las Islas entraba por la puerta grande en el Govern, el Consell mallorquín y el Ayuntamiento de Palma. Sus majorettes, rodeadas de votos voladores, encabezaban un desfile en el que, incluso, tenían más candidatos elegidos que preparados. Un contingente en el que, ¡ostias!, no había nadie que supiera de cultura.

No pasa nada. No importa. Hagamos de nuestra capa un sayo y tiremos del pensamiento catetil de que la cultura es para los ricos. Y que no está nuestro horno para esos bollos. Olvidemos que también es negocio, creación de empleo, formación, inquietud intelectual, y recordemos a aquellos titiriteros del cine español chupasubvenciones, con Pilar Bardem a la cabeza. Pero un puesto ganado era demasiado goloso como para renunciar a él, así que el reparto de las carteras culturales empezó como cuando en una obra de teatro escolar se rifa el papel de árbol. Todos tenían los dedos cruzados. Para que no les tocara.

El primer nombre desvelado fue el de Fernando Gilet, concejal de Cultura y Deportes y al que Cort no se atrevió a añadir un "y ocios varios". Ex empleado de Barclays y ex director general de Megaesport. En lo político, se confiesa seguidor de Winston Churchill y Aznar. En lo musical, de Chico Buarque y Vinicius de Moraes. Un Felipe de Borbón a la mallorquina que se siente como un elefante en una charrarería y cuyos comentarios con los expertos del sector cultural -del estilo de distinguir dos libros por el diseño de su portada- dejaban claro una de las máximas de los nuevos nombramientos: la ignorancia puede, si quiere, ser atrevida. El otro, el mismo que el PP ha demostrado con el carril bici y el catalán: a falta de un proyecto, demos un golpe en la mesa para que se note que estamos aquí. Si dijimos, hasta la extenuación, "sacaremos la cultura a la calle", creemos un Thursday Night que fracase estrepitosamente semana tras semana. Pero lo dijimos y lo hemos hecho.

Rafael Bosch -demasiados tocayos para encontrarle en Facebook pero que fue profesor del propio Bauzà- fue el siguiente. Conseller de Educación y Universidades -será que no es lo mismo- a quien alguien en el último momento añadió "y Cultura". En su pandilla dirían que lo suyo es potra. Que con Bartomeu Llinàs como predecesor no vale. Que así cualquiera. Y que ni siquiera importa si su conselleria pierde los informes de las Converses de Formentor o si un día dice que se va del Ramon Llull y al día siguiente replica "¿quién ha dicho eso?". Con el panorama que tiene por delante y el dilema de pagar o no pagar las nóminas veraniegas de los profesores, ¿quién puede pensar en cultura? Por el momento, la conselleria de Turismo -otrora, alcaldía de Calvià- está cumpliendo el papel de ser el frente de todas las críticas con su nuevo, dudoso y lento sistema de subvenciones.

Después llegó el Consell. Y a alguien se le fue la mano y contentó al sector cultural con el clásico una de cal y otra de arena. El PP se encontró, de repente, con una señora doctorada en Historia y que escribía libros. ¡Y de griegos! ¡Y le gustaba el patrimonio! Un éxtasis que convirtió a la gran Gari Duran en directora insular de Cultura y Patrimonio. Habrá que esperar a ver sus decisiones y proyectos para valorarla, pero su sentido común en su concepción del futuro de la Serra de Tramuntana ya dice mucho a su favor. Por encima de ella, el vicepresidente de Cultura -aún le doy vueltas a qué mola más si una vicepresidencia o una conselleria-, Joan Rotger. Un personaje que desconcierta. Si bien se ha mostrado solícito y ha respondido a todas las preguntas sobre el escandaloso embargo del Teatre Principal, nadie entiende que aún no haya hecho oficial la denuncia de las deficiencias en la reforma. Lo mismo que tampoco se comprende que nadie de su partido conociera la situación antes. Cosme Bonet se pilló un cabreo tal que amenazó hasta con denunciarle por calumnias. A lo Sálvame.

Y aquí llegamos al plato fuerte. Quienes se rieron de los fans de Guillem Roman, están ahora temblando con el relevo 'generacional': Margalida Moner. Una señora -que no una mujer, que podría ser exactamente mi madre- a la que le hacía "ilusión" el cargo por aquello de dar un impulso a sus años de teatro amateur, de creación de corales y del ciclo de cine a la fresca en el Andratx del que fue alcaldesa. Si los primeros contactos y conversaciones con ella hacían sospechar, las entrevistas publicadas hoy ya llaman a la preocupación. "Margalida Moner aún no había visto la platea del Teatre Principal del que se hizo cargo a primeros de agosto. 'Tengo mucho papeleo', dice", escribe Héctor Rubio en Diario de Mallorca.

Lo peor de esta Ebehard Grosske de las artes escénicas, no es el agujero negro de deuda con el que va a tener que enfrentarse, sino las máximas que, desde su nombramiento, se ha empeñado en repetir. Dos principales: "abrir" el teatro y llevar a su escenario "todo aquello digno de ser visto por el público". Después de convenios con espacios de Cataluña, grandes producciones propias o montajes del TNC -con una casi total imposición del catalán, eso sí-, Moner considera que su compañía amateur Agara es tan digna como otra cualquiera. "¿No pueden tener una oportunidad? ¿Por qué no se puede dar el gusto a esta gente, que también tiene su público?", le reprocha en una entrevista de la grandísima Maria Llull. Con una Isla en la que casi cada pueblo tiene su feria de teatro aficionado, y Palma tiene un par de teatros públicos -sino todos- bostezando de aburrimiento, a la andritxola se le ha metido entre ceja y ceja y no hay quien la saque.

"No te preocupes. En cuanto programe un par de montajes amateur y le salga mal, recapacitará. Tendrá que darse cuenta",-y esto no es un off the record violado- intentan consolarme. Pero no me convence. De nuevo, lo peor de la ignorancia es su atrevimiento. De cualquier otra ex consellera de Agricultura cabría esperar que no hiciera declaraciones de este tipo sin pensar antes. Que se dejara aconsejar por un equipo directivo y artístico al que aún ni conoce. Con tanto cargo elegido por su calidad como "gestor", la cultura se nos va a convertir en un banco. Si Russian Red leyera esto, igual prefería unirse al 15-M.



2 comentarios:

  1. En primer lugar, el juicio al desconocido es signo de sectarismo puro y duro. Y la crítica que se vierte en estas letras, es tan radical como injusta. Desde las menciones a Rafa Bosch hasta las referencia a la "griega" Duran. Demasiado fanatismo y poco analisis de voluntades. Solamente el hecho de meterse en política, con los tiempos que corren, ya debería merecer un mínimo de respeto. Y quién critica en esta líneas, no lo tiene. Si la cultura es de izquierdas, en lamentable estado la han dejado los progresistas; libros acumulados cientos en sotanos, son una demostraciòn de cómo se actuaba entre la izquierda; Uris agricolas, para estudios sobre museos del vino y demás "ocios varios", están surgiendo a la luz, y los fieles escribanos progresistas guardan respetuoso silencio. La vara de medir es tan diferente que causa pavor usada en alguna manos. En fin, por sus obras los conocereis y estos cien días estan demostrando que haber o no leido libros no es un caudal cultural, sino tener o no la sensibilidad de saber escuchar, saber dialogar, saber analizar y, por fin, saber decidir. Los políticos que hacen cultura, no hacen sino adoctrinar al pueblo. Y eso es propio del soviet, del socialismo real caduco y obsoleto. Por ello, aplaudo el liberalismo cultural y abomino del sectarismo adoctrinante. Viva la libertad, mal que le pese a quién no comulgue con ella. Salud, tovarich.

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  2. Viva la libertad, sin duda. Por eso este blog está abierto a todos los comentarios. También mi libertad de expresión. No juzgo al desconocido. Muestro lo que hasta ahora nos han hecho conocer de sí mismos. Creo que no he faltado el respeto a nadie. Y que el reparto de carteras culturales se hizo más o menos así lo sabemos todos de buena tinta. Dedicarse a la política, por sí solo, no me parece suficiente para estar exento de críticas. Y me preocupa que la señora Margalida Moner argumente en su "ilusión" toda su capacidad o conocimientos para gestionar el Teatre Principal. Sí me preocupa. Sobre todo cuando uno no toma conciencia de la importancia de sus declaraciones. Hay que ser más modesto. Me preocupa que se llene de gestores económicos un área que, como otras, necesita de algo más. Como recoge Nadal Suau de las declaraciones de Valerie Miles en Formentor, "Lo que está pasando con la irrupción de las nuevas tecnologías es que estamos llevando la lectura a Times Square. ¿Y de verdad es ese un lugar para la lectura?" Pues lo mismo pero también desde la política. Me preocupa que la cultura siempre sea la hermana pequeña de la Educación.

    Nunca he dicho que lo anterior fuera perfecto. La izquierda nos estuvo vendiendo proyectos durante meses, como los locales de ensayo de la UIB, cuando sabían que no había dinero suficiente para llevarlo a cabo. Pero ya serían otros quienes lo anunciaran y quedaran como los malos.

    No soy sectaria, pero espero a que la gente demuestre su valía. De los actuales sigo salvando sólo a Gari Duran y a Joan Rotger. Me parecen los únicos que saben de lo que hablan y que en este tiempo han mostrado un mínimo de gestión. Pero también me preocupa lo que ha pasado con la Feria de Teatro de Manacor. ¿Incluimos en una lista de subvenciones nominativas a anular un proyecto que coincide con las “líneas estratégicas” del Consell? No tiene sentido. Y se demuestra cuando uno echa marcha atrás y se ve obligado a buscar un subterfugio legal para no crear otra ayuda directa: la coorganización.

    Por desgracia, en esta Isla los “fieles escribanos progresistas” abundan tanto como los otros. La neutralidad no hay que buscarla en los medios, sino en las firmas y las secciones.

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