jueves, 25 de agosto de 2011

¿Los periodistas no generamos empleo?

De pequeña quería ser escritora. Fue justo después de tomar conciencia de que un veterinario con miedo a los gatos tenía poco futuro y de que lo de qué-quieres-ser-de-mayor también implicaba las habilidades de uno. Luego quise ser del mundo del cine. Ni actriz, ni cineasta. Más bien algo intermedio. Producción. Pero acabé por estudiar periodismo. Algo pragmático, pensé entonces. Un sueldo asegurado a fin de mes para después satisfacer los escarceos literariocinematográficos. Algo absurdo, reconozco ahora. Con la bohemia podría haber aspirado, por lo menos, a subvenciones.

Los actores, reunidos con el director en funciones de IB3, son los últimos en sumarse al extraño mundo del orgullo y la reivindicación cultural. Antes estaban los editores, los libreros, y los diseñadores y artistas-galeristas encabezando el ránking. Todos consideran denigrante que las instituciones no apoyen económicamente su sector. "Los diseñadores generamos negocio", "los actores creamos empleo". Y los periodistas, ¿qué hacemos?

"Periodistas, os damos de comer y luego nos la metéis doblada por la espalda", me espeta Rossy de Palma en medio de una bronca por una entrevista que, medio pollo después, reconoce no haber leído. "No dejes que te digan eso, que por ser periodista eres basura y pueden tratarte como quieran", me aconseja mi director en un ataque de orgullo dolorido por el gremio. Somos el último mono de la estirpe, una mota de excremento en la cadena alimenticia. Observadores y narradores de un mundo del que parecemos no formar parte. Nuestra profesión nada en un limbo que a nadie parece preocuparle. ¿Cuándo fue la última inspección de Trabajo en un periódico? ¿Cuándo se obligó a contratar a medio centenar de empleados con contrato de becario ad eternum? ¿Quién se preocupa por las plantillas encubiertas que van más allá de la construcción y los talleres textiles clandestinos? El mensajero, como ente indefinido, no tiene derecho a queja.

"Salimos de la escuela y no tenemos ayuda. Deberían existir subvenciones para crear talleres o nuestra primera colección", protestan diseñadores recién licenciados. Los galeristas, henchidos de orgullo, subrayan hasta la extenuación que su Nit de l'Art se celebra sin ayuda institucional. Eso justo después de reclamar los pagos no realizados. Como si todo tuviera que estar subvencionado. Como, por desgracia, se mantiene medio mundo de la cultura y otros tantos ramos. Empresas privadas que, de no público, sólo tienen el NIF. Que se venden al mejor postor, que empalman proyecto subvencionado con proyecto subvencionado. Donde el criterio de la calidad entre en conflicto con el amiguismo. Un festival, un concierto, un intercambio... Todo cultural. Porque la cultura genera negocio y empleo. Pero, así, lo que no genera es dinero.

Nunca pensé que al salir de la facultad alguien tuviera que fundar un periódico en el que darme empleo. Nunca se me ocurrió escribir artículos en mi casa y convertirme en una freelance a la que tuvieran que venir a llamar a su puerta. No pedimos subvenciones. No nos quejamos de que ni el Día del Periodista tengamos libre. Tampoco de convenios con horas estipuladas que son la mitad de las reales. Ni las empresas pantalla o los conglomerados con tantas pequeñas empresas dentro como tipos de contrato diferentes. Ni de que, en realidad, Rossy de Palma no nos dé de comer. Ni siquiera a sus paisanos. De que no haya palmaditas en la espalda, "de que cuentes la verdad y te digan que lo tuyo ha sido una pataleta". De ser transmisores de un montón de quejicas que cobran subvenciones incluso cuando son incompatibles. 

Defiendo una cultura con mesura. En crisis y sin ella. Un mundo, en general, independiente. Capaz de sostenerse mínimamente. Un paro agrícola que no sirva para esconder un pluriempleo sin contrato. Ciudadanos con conciencia dispuestos a no vivir de las arcas públicas. Las mismas que, tras un cambio de gobierno, no ofertaron sus plazas para responsables de prensa. Tal vez nos habría interesado prostituirnos durante cuatro años al poder político. Pero el primer anuncio fue el de las personas contratadas. El dedazo es a la contratación en España lo que el agosto a la falta de productividad. Hasta el 15M ha puesto el grito en el cielo contra los terribles y diabólicos periodistas. Sin el apoyo y seguimiento de muchos de ellos, como el de Asier Vera, su voz hace tiempo que se habría apagado. Ya lo decían en Facebook: el becario que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Por el momento, el periodista sólo genera indiferencia. 

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